Editorial: La Paz de Octavio en la memoria

“Voy por tu talle como un río, voy por tu cuerpo como por un bosque”:  Octavio Paz

Tres décadas transcurrieron desde que al afamado escritor mexicano Octavio Paz le fuera conferido el Premio Nobel de Literatura, como justo reconocimiento a “su escritura apasionada y de amplios horizontes, matizada por la inteligencia sensorial y la integridad humanística...”.

Escribió mucho esta gloria de las letras mexicanas y latinoamericanas, ensayista, poeta, dramaturgo, diplomático, sin dudas le hubiera bastado su trascendental poema ‘Piedra de sol’ o su ensayo ‘Laberinto de la soledad’ para hacerse acreedor -por derecho propio- de los relevantes premios que merecidamente le fueron entregados, como el Nobel (1990) y el Miguel de Cervantes (1981), entre otros. Literalmente un monstruo.

Los estudiosos de la literatura coinciden, sin ‘muchas vueltas de hoja’, en que Paz resulta uno de los escritores más influyentes del siglo pasado y uno de los más grandes poeta de todos los tiempos. Su ‘Piedra de sol’ es sencillamente BRILLANTE. La experimentada periodista Elena Poniatowska aseguró: “Octavio Paz fue un hombre que vivió para las letras”. Nunca antes mejor dicho. 

‘Rozo al tocar tu pecho, le aléctrica frontera de la vida, la tiniebla de sangre, donde pacta la boca cruel y enamorada’.

El único escritor mexicano ganador del Premio Nobel  fue también un hombre de criterios sólidos, polémico en extremo, dejó sentado que el ser humano sólo puede amar a otro ser humano -ni al país de nacimiento, a la religión, a este o aquel deporte-..., no a los padres, los amigos, sencillamente porque falta la pasión amorosa. Se puede estar de acuerdo o no, pero incuestionablemente es una afirmación de esas que ponen los pelos de punta.

Octavio Paz, el poeta irrepetible, también fue categórico al apuntar: “sin libertad la democracia es despotismo, sin democracia la libertad es una quimera”. Era un hombre apegado al contexto y la época que le tocó vivir

Él encara anhelos y realidades cuando afirma: “el sentido profundo de la protesta social consiste en haber opuesto al fantasma implacable del futuro la realidad espontánea del ahora”.

La propia Poniatowska apuntó de manera certera aun más lejos al señalar que el laureado escritor fue un ‘hombre puente’ porque unió a México con Japón, a México con Francia, y al ganar el premio Nobel colocó a México en un punto muy importante.

Pero no fue Octavio Paz sólo un hombre de letras, defensor a ultranza de sus criterios, destacó allá por 1960: ‘En general las mujeres me dan más esperanzas sobre la humanidad actual que los hombres; quizás el gran fenómeno del siglo XX no sea la física nuclear, ni el comunismo, ni Fidel Castro, sino la liberación de la mujer”. Era, sin discusión, un adelantado.

La vergüenza lo lleva a renunciar a su puesto de embajador en la India tras la matanza de Tlatelolco.

Las nuevas generaciones -y las no tan nuevas- de seguro conocen más a un futbolista, a un boxeador, que al poeta de cuerpo entero que fue Octavio Paz, cuya obra resiste el paso de los años. Y se impone. 

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