Instruir puede cualquiera, educar sólo quien sea un evangelio vivo
José de la Luz y Caballero
A veces, muchas veces, directores técnicos de equipos infantiles de futbol se quejan de que los padres llegan a la cancha, dejan a su hijo (s) y se van para regresar dos o tres horas después. “No somos babysitters”, esgrimen los entrenadores.
Y en la escuela... bueno, la escuela es otro cantar, harina de otro costal, asegura un hijo de vecino; si un padre, el que sea, espera que aparte de enseñarle a leer, escribir, sacar cuentas, hablarle de la patria y de los héroes, de geografía y ciencias, el maestro también eduque a su hijo en eso de no mentir, respetar, adoptar una postura viril ante el abuso, salirle al paso a lo mal hecho, está EQUIVOCADO, por mucho.
Los hijos no se deben traer al mundo para “tener una familia grande”, ni siquiera para aprovecharse del Internal Revenue Service (IRS, por sus siglas en inglés), se deben tener, más que todo por amor, convencidos de que cada uno de ellos genera una responsabilidad.
Dicho de otra manera, el maestro, el pastor de una iglesia, el líder comunitario, el técnico deportivo, no pueden de ninguna manera sustituir a los padres en las tareas que le competen, en sus responsabilidades. Inculcar valores es algo que no se puede delegar, les toca a los padres o les toca.
Cuando los hijos vienen al mundo no son buenos ni malos, sencillamente no saben que es correcto y que es incorrecto... aprenden paso a paso, entonces los padres deben enseñarles, ser los patrones.
Si un niño miente, da patadas, lleva a casa algo sin decir su procedencia, urge salirle al paso, explicarle que no es correcto; es mejor prevenir que lamentar cuando sea demasiado tarde.
Si por cualquier circunstancia los padres se ven obligados a separarse, deben saber que no se divorcian de los hijos, la responsabilidad sigue ahí, latente, no termina, no se le puede pasar a otro como una papa caliente.
Enseñar valores corresponde a los padres, no hay de otra; no hay dudas de que adquirir buenos valores depende de sentirse querido y seguro, de desarrollar lazos estables con los padres y confiar en sí mismo.
Es menester tener bien claro que si los hijos (as) deciden formar parte de una pandilla, robar, ser adicto al alcohol o las drogas, pegarle a su esposa o al marido, una cuota de responsabilidad corresponde a los padres. Tal vez faltó paciencia, amor, perseverancia, control... cuando esos elementos faltan, es casi seguro que la factura no va ser agradable.
“Porque nunca es un niño más hermoso que cuando trae en sus manitas de hombre fuerte una flor para su amiga”, dijo José Martí, y es que también es menester hablar, enseñar en casa de cortesía; esos conductores que no respetan el derecho ajeno, que casi le tiran encima su vehículo porque creen que están en la selva, por lo general crecieron en un ambiente de cavernícolas, donde imperaba la ley del más fuerte... son esos que tienen que decir palabras obscenas, gritar, pegarle a la esposa o a los hijos para sentirse hombres, ignoran que están lejos de pertenecer a la especie humana. Algo se perdió en el camino.