Editorial: El salario de los maestros, al César lo que es del César

...Y me hice maestro, que es hacerme creador”

                             José Martí

Levanten la mano los padres que desean para sus hijos una educación de calidad, que los acompañe la vida entera... y que los maestros devenguen el salario que merecen.

Vale precisar que la docencia es la única profesion que crea otras profesiones, es así de sencillo; en otras palabras, educar es acariciar el intelecto y el espíritu del ser humano.

Por estos días un ‘viejo’ asunto ha vuelto a llamar la atención de muchos, el salario de los maestros y sus asistentes. Si se valorara en su justa medida la hermosa y tesonera labor que realizan, el aumento no fuera un tema puesto en disputa, se resolvería en minutos. 

A quién se le ocurre... “hombres recogerá quien siembre escuelas”, sentenció Martí, con esa claridad suya tan meridiana. El maestro prepara a niños, adolescentes y jóvenes para el futuro, con eso basta. 

Por si fuera poco, el escritor, poeta, periodista ¡maestro!, agregó: “un buen maestro es el que educa a la par que instruye, quien posee el secreto de una disciplina dulce y sin castigo, el mentor y compañero... ser buen maestro es hacer patria, y ésta es de fijo la mayor grandeza”.

No puede medirse la labor de un maestro, de su asistente, por las horas que pasa frente al alumnado, quién tiene en cuenta el tiempo llenando papeles y formas, cumpliendo indicaciones, y lo que ‘siembra’ en cada estudiante con su ejemplo, cómo valorar eso, que es trascendental.

Qué siente una persona cuando el médico, el abogado, el ingeniero, el periodista... lo apunta y dice para que todos los escuchen: él (ella) fue mi maestro (a), a él debo mucho de lo que soy, no solo profesionalmente, también como ser humano.

El maestro en gran medida es una prolongación de los padres, y debe encontrar en estos a su mejor aliado, a su compañero-complemento, a la persona que en casa ayuda al docente.

Si algún padre considera que el maestro es el ente que cobra por enseñar, educar a su hijo, está en un gran error. El maestro contribuye a la formación del alumno, es un patrón, un ejemplo a seguir, del que el menor debe nutrirse y hacer gala mientras viva.

Todos los trabajos, los oficios, las profesiones, son dignas (sin excepcion), sin embargo entre todas ellas la de maestro debe ser de las más remuneradas, y que conste, no solo por la labor que a diario llevan a cabo, también por la gratitud, por lo que literalmente ‘siembran’ a lo largo de su vida laboral.

Con el salario de los maestros cabe muy bien aquello de ‘al César lo que es del César’; los profesionales, los dueños de negocios, los empresarios, los empleados, todos, deben quitarse el sombrero ante la presencia del maestro, y éste, por supuesto, cumplir con la mayor calidad posible las exigencias de su profesión, no perder de vista nunca que forma a los hombres y mujeres de hoy y de mañana.

 

En gran medida corresponde a los maestros formar también excelentes personas, que es sin dudas, el escalón más alto al que debe y puede aspirar todo ser humano.

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