Editorial: El respeto que la naturaleza merece

El majestuoso tigre de Sumatra, el leopardo de las nieves, la pantera nebulosa, el guepardo asiático... no, no son nombres artísticos de este o aquel cantante, de esta o aquella agrupación, son impresionantes felinos literalmente en vías de extinción, nada menos que por la ambición desenfrenada del hombre, sin dudas el enemigo declarado de todas las especies.

Cuidar el planeta, la flora y la fauna, protegerla, es una materia pendiente, y su quehacer despiadado es tema de pláticas, comentarios, de numerosos escritos, más aun cuando el 3 de marzo está al doblar la esquina. Es el ‘Día Mundial de la Naturaleza’.

La naturaleza es vida, gracias a ella existen los seres vivos, su preservación es fundamental para el planeta y sus habitantes; precisamente por lo anterior se declaró un día destinado a conmemorarla.

Lamentablemente el venidero 3 de marzo más que conmemorar la mencionada fecha, se impone reflexionar y hacer, preocuparse y ocuparse. No se puede perder un minuto.

Los especialistas -y quienes no lo son- coinciden en que nada le ha hecho más daño a la naturaleza que el hombre, el ser racional, civilizado, capaz de pensar, de construir edificios, puentes, diseñar computadoras, teléfonos inteligentes, ir al espacio... todo lo cual está muy bien, pero ¿y la naturaleza? ¿La destrucción del hábitat de tantas especies?

La cacería furtiva y el crecimiento urbano en México, por poner un ejemplo, están ligados a la extinción de felinos como  el puma, el lince, el tigrillo, el jaguarundi y otras especies.

El 3 de marzo de 1973 se efectuó en Washington una Convención Internacional relacionada con especies de la flora y fauna silvestre, por supuesto, el acuerdo adoptado fue proteger, y para ello es indispensable la cooperación internacional.

El ‘Día... ‘ en cuestión fue declarado por las Naciones Unidas con el propósito de reafirmar el inestimable valor que tiene para el planeta la flora y fauna silvestres, se resaltaron entonces las contribuciones de científicos, ecológicos, económicos, culturales, genéticos, educativos, sociales, estéticos y recreativos para que exista el bienestar humano y el desarrollo sostenible.

Las plantas cumplen una función vital en el llamado ecosistema terrestre, sin ellas los seres humanos no pueden existir, ellas realizan una labor primordial en el control de la temperatura de la tierra, resultan un filtro indispensable para evitar la contaminación; los hombres no pueden darse el lujo de perder el gran recurso que significan las plantas.

Las grandes comunidades de insectos, los incendios,  enfermedades ambientales, además de la mano del hombre y su tala indiscriminada, se conjugan para que muchas plantas estén también en peligro de extinción.

Las ciudades crecen, hace falta espacio, o sea, terreno, por otro lado está la agricultura, la ganadería, el comercio ilegal de diversas especies. El trébol de cuatro hojas, la manzanilla, el baobab, el árbol coralino, y ni hablar de múltiples variedades de flores, muchas de ellas camino de la extinción.

 

Es incuestionable, el único ser racional está llamado, de manera impostergable, a cuidar la naturaleza, si ella está mal el hombre está mal, así de sencillo.

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