Editorial: El resonante SOS de la tierra

El más grande príncipe es aquel bajo cuyo dominio la tierra es más fertil

El próximo miércoles 17 es el Día Mundial de la lucha contra la sequía y la desertificación, y el panorama es tal que los expertos vaticinan: de seguir las cosas como hasta ahora nadie debe sorprenderse si platicamos de un futuro sin vegetación.

¿Causantes? Por un lado la actividad del hombre, su irresponsable proceder en el cuidado de la tierra, y por otro los cambios climáticos.

Pero, se preguntarán algunos lectores, qué es la desertificación, pues se trata de la significativa degradación de la tierra en zonas consideradas áridas y semiáridas, e incluso húmedas tirando a secas.

En otras palabras, y como quiera que está en juego la vida misma -por lo que proporciona la tierra en lo concerniente a alimentos-, es sencillamente relevante ganar en conciencia, proteger la tierra, prestar una atención especial para su recuperación.

Entre los factores que afectan la tierra figuran la pobreza, la deforestación, la inestabilidad política, malas prácticas de riego, el mismo sobrepastoreo... todo ello atenta contra la productividad del suelo.

Resulta contraproducente que con los adelantos científicos, los viajes al espacio, el desarrollo indetenible de la tecnología, aun la conciencia para el cuidado que merece y requiere la tierra deje tanto que desear.

Sirva este miércoles 17 como una fecha propicia -a instancia mundial- para ganar en conciencia, aprender que cuidar la tierra corresponde a todos, aun es posible neutralizar la mencionada degradación gracias a una firme participación de la comunidad.

Esto de cuidar la tierra, de protegerla, de contribuir cada uno desde su puesto (en la casa, en el trabajo) a que aquella se recupere, es un tema en el que nadie debe quedar indiferente.

Con la pérdida de la biodiversidad, está demostrado, surgen brotes de enfermedades infecciosas.

Al mismo tiempo es conveniente reconocer (y tener muy en cuenta) que al proteger la tierra, cuidarla, facilitar su recuperación, se da un paso de avance en favor de solucionar el caótico asunto de la alimentación y la pobreza, un problema de alcance mundial.

El aumento demográfico, el consumo incesante, la cantidad inmensa (y creciente) de la población urbana sin dudas intensifican la demanda de tierra para producir, mientras la ‘salud’ de la tierra cultivable deja mucho que desear y empeora con los cambios climáticos. Urge modificar el estilo de vida, educar cada vez más a un número mayor de personas sobre lo que es válido hacer para reducir el impacto individual que afecta a la tierra, es, y será, incuestionablemente, la mejor forma de contribuir al Día Mundial de la lucha contra la desertificación y la sequía.

Esta del 17 es quizás una de las efemérides de las que menos se habla, pero es de las más importantes; cada año se trata de concientizar , llamar la atención sobre los cuidados que es menester propiciar a la tierra, sin embargo no se consiguen los efectos y resultados deseados.

 

A no dudarlo, reducir la desertificación, prodigar mayores y mejores cuidados a la tierra, resultan una asignatura pendiente de la humanidad toda, que data de varias décadas. Ojalá a partir de este 17 se comience a escribir otra historia.

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