Editorial: El noble gesto de desterrar la violencia

Desde hace más de 20 años la Organización de las Naciones Unidas (ONU) instituyó el 9 de julio como el ‘Día Internacional de Destrucción de Armas de Fuego’, con el objetivo prioritario de disminuir el número de armas (sobre todo ilícitas) y ponerle coto a la violencia.

Quizás en otros países la iniciativa literalmente ‘prendió’, la gente fue (es) receptiva y no se registran tantos hechos de violencia. En Estados Unidos no es así. 

Para botón de muestra... en lo que va del presente año (seis meses) se han registrado más de 300 tiroteos masivos -involucran a cuatro personas o más-, mientras prosigue la ‘eterna’ disputa o debate político sobre la conveniencia de permitir la compra de armas de fuego con muchas o pocas restricciones. Ojo: En poco más de seis meses han perdido la vida, por disparos, más de 17 mil personas, para un promedio superior a 280 cada mes. Es una locura. La organización Small Arms Survey significa que hay 120 armas de fuego por cada 100 estadounidenses. (¿?). Se considera que hay alrededor de 300 millones de armas legales. Agréguele a la cifra las armas ilegales. 

La Constitución de los Estados Unidos, en su Segunda Enmienda (data de 1791), deja sentado que los ciudadanos tienen derecho a tener y portar arma. Sin embargo los tiempos cambian, han transcurrido muchos años, y el número de tiroteos masivos es, cuando menos alarmante. Es un tema en que vale preocuparse y ocuparse.

Escuelas, iglesias, centros comerciales, hasta un desfile patriótico, clubes, han sido escenario de estas censurables acciones violentas, sin sentido, en que muchas personas (y aunque sea una sola) pierden la vida en cuestión minutos.

Tras los tiroteos... condenas, lamentos, palabras de condolencias, visitas a los familiares de las víctimas, pero el tiempo no se detiene, pasan días, semanas, meses, años, y ‘el pollo del arroz con pollo’ no se vislumbra.

Algunos argumentan que la Segunda Enmienda resulta anacrónica, otros esgrimen que resulta la guardiana de su derecho fundamental.

Los padres de la nación no tenían idea de los efectos de las armas modernas. ¿Para qué alguien quiere o tiene un rifle de asalto en su casa? Tal vez porque los asaltantes pueden ser varios, o algunos de ellos porta un arma aún más sofisticada, cuyo proyectil abre un hueco de varias pulgadas en el centro del pecho, o lanza al objetivo a varios metros de distancia.

Si no se quiere hacer cambios en la Constitución -se ha mantenido inmaculada desde el primer día- es impostergable que cada estado promulgue nuevas leyes para la adquisición de armas, no puede ser tan fácil como comprar una cajetilla de cigarros. Es ilógico que alguien quiera comprar un arma y a los poco minutos materialice su objetivo. ¿Quién o quienes le ponen coto a la venta de armas ilegales?

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