Editorial: El deporte hermana a los hombres y pueblos

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Quizás centenares de niños, adolescentes, hombres y mujeres del valle que acuden los fines de semana a patear el balón, no hayan escuchado nunca platicar de Pierre de Coubertin. Se trata del bien llamado ‘Padre de los Juegos Olímpicos Modernos’.

Lo anterior viene a colación porque este 6 de abril se celebró en todas partes el ‘Día del Deporte para el Desarrollo y la Paz’. Es posiblemente -por su significado- una de las jornadas más hermosas a celebrar, y lo que es aún mejor, urge poner en práctica todo lo que conlleve a hacer realidad sus objetivos primordiales.

Aseverar a estas alturas del juego que el deporte es una herramienta imprescindible, específicamente en los esfuerzos que se llevan a cabo para el desarrollo, la paz, es como ‘descubrir’ el hilo negro.

Si en la antigua Grecia se detenían las acciones bélicas para celebrar los juegos, las competencias entre guerreros colosales que deleitaban a todos con sus habilidades, hoy cada partido, encuentro deportivo, competencia, es una excelente oportunidad para ‘sembrar’ la semilla de la amistad, verla crecer y florecer.

Cuando vaya camino de ese esperado partido de futbol (o de cualquier otro deporte), considere estrechar la mano de sus compañeros de equipo, del director técnico, del rival, de los árbitros, de los aficionados. 

Junto a la pasión, la energía, el entusiasmo, no puede perderse de vista el respeto y la caballerosidad, esos valores que fomentan, ayudan a crecer la amistad. No resulta descabellado creer en  el deporte para apostar, creer en un futuro mejor, apoyado en el interés colectivo.

Es preciso reconocer el rol positivo del deporte y la actividad física en cada rincón del mundo; la incidencia va más allá de los referidos Juegos Olímpicos, la Copa Mundial de Futbol, campeonatos del orbe, Panamericanos, Centroamericanos, torneos de barrios, sin obviar lo que tiene que ver con la salud... y la paz.

Sirve sin dudas el deporte para convocar a todos, en las canchas, las gradas, frente al televisor, y también ¿cómo no? Para cerrar filas en favor del respeto, la camaradería, la paz, el unirse en pos de objetivos y propósitos nobles. Todo ello contribuye también a hacer más hermoso el deporte, el mundo. No lo olvide nadie.

¿Cuánto ha hecho, ha permitido el deporte a las mujeres? ¿Cuánto han conseguido gracias a él, con una marcada dosis de empeño, dedicación, disciplina e interés? Nunca más se podrá platicar de la actividad del músculo sin mencionarlas, ellas se lo han ganado por derecho propio; lo que han conseguido, logrado con su empeño, es cada vez mayor.

No puede ser una utopía, un sueño largamente acariciado (que duerme dentro de un baúl), el que los niños, adolescentes, jóvenes, se reúnan a escuchar, a aprender de quienes estuvieron antes, de campeones, veteranos, y cada encuentro debe ser exactamente eso: una fiesta, una lección a interiorizar, sobre la base del respeto, ese que fomenta el deporte, en el que la paz y la camaradería llevan el peso.

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