No hace falta un título universitario para tener educación, esa que se aprende en casa, la que enseñan los padres (¿?) y que tiene como denominador común el respeto. Dicho de otra forma, sin respeto no hay educación.
Hay que empezar por casa, respetar a los padres, a los abuelos, a los tíos, a los hermanos, y claro, esa misma educación, extenderla a los vecinos, a los maestros, a los amigos, a las personas mayores.
Lo mejor es que la educación, la amabilidad, el ser cortés, no cuesta absolutamente nada, no hay que introducir las manos en los bolsillos... de manera que ser educado no tiene nada que ver con la cuenta bancaria, el mejor salario, ni siquiera con lo ilustre de este o aquel apellido.
Quién no desea que sus hijos llamen la atención de todos por la educación, la amabilidad, el respeto que muestran a cada paso, sin embargo del dicho al hecho va un gran trecho.
Ante la menor muestra de grosería, de falta de educación, un comentario sale a relucir: eso fue lo que le enseñaron sus padres, lo que aprendió en casa. Saludar, decir por favor, gracias, es lo más sencillo y abre muchas puertas.
Es imprescindible respetar, tratar a los demás como deseas que te traten -en todas partes-, si dices palabrotas, no respetas, no saludas al llegar, no te despides, quieres pasar delante de quienes están en la línea, no atiendes al maestro, tocas el claxon al conductor que está delante, no tienes en cuenta que te diriges a una persona mayor o a una mujer... debes hacerte una pregunta sencilla: cómo quieres que te traten tus hijos.
Los conductores groseros, que quieren adelantar a todos, olvidan que sus hijos van en el asiento trasero atento a su patrón de conducta, aprendiendo, fijándose en “lo bien” que va papá por la vida, sin reparar en nada, queriendo hacer valer la ley del más fuerte. Valiente ejemplo.
Esos conductores, esos habilidosos que no quieren respetar la línea, los que no se miden para decir palabras obscenas delante de cualquiera, son los clásicos ‘ogros’ de la casa, los que se imponen porque se imponen, los que pegan y alzan la voz, los mismos a quienes el ‘karma’ castiga con hijos irrespetuosos, hijas víctimas de la violencia doméstica.
La educación, el respeto, salen a relucir con el buen trato hacia las demás personas, sean familiares, amistades, recién conocidas, y sin equívocos, son una muestra de lo aprendido en casa, y muchas veces del comportamiento de los mayores.
Pero, se ha preguntado alguien si ese irrespetuoso se respeta a si mismo, es muy difícil respetar a los demás si uno no se respeta a si mismo, cómo practicar lo que no se conoce.
Hay que cultivar el respeto y hacer gala de él en todas partes, tener en consideración que no cuesta nada y es un ejemplo fehaciente de lo aprendido en casa, de la enseñanza de papá y de mamá, de esa educación imprescindible para la vida.
Es un comentario generalizado que la educación y el respeto son cosas del pasado, algunos dicen que las actuales generaciones no reparan en nada. Lo cierto es que se ha perdido terreno en tal sentido, pero no vale ser absolutos. No todo está perdido.