Editorial: Educación en casa... una tarea colosal

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El próximo curso escolar está al doblar la esquina, casi se puede tocar con las manos, y las opiniones sobre el mismo, los comentarios, son realmente muchos, más que todo por las clases no presenciales, a distancia, dado el justificado temor al Covid-19.

Maestros y asistentes se acondicionan, se prepararn para, pese a lo atípico del curso, obtener los mejores resultados en el siempre complejo proceso de enseñanza-aprendizaje, sin embargo... aquí viene una pregunta de colosal importancia (y trascendencia) ¿están preparados los padres para ayudar a sus hijos de la manera más provechosa posible?

Involucrarse en la enseñanza de los pequeños, en ningún idioma quiere decir llamar CONSTANTEMENTE al docente para “saber” cómo va el aprendizaje del hijo, de qué manera le puede explicar esto o aquello... bueno es lo bueno, pero no lo demasiado; involucrarse en exceso también puede ser nefasto.

La elección de libros o determinado texto, del plan de clases, es algo que compete sólo al docente; claro que es beneficioso que los padres se sumen, estén cerca para ayudar a sus hijos, más aun si conocen hasta dónde, aunque es bien importante conocer los límites.

Un tema peliagudo es que los padres encuentren el tiempo para atender, seguir de cerca la educación de sus hijos, algunos tienen más de un trabajo, otros encaran el estrés del desempleo, más si no les alcanza para pagar las cuentas... ‘hay de todo en la villa del Señor’. No olvidar que hay padres que apenas saben leer y escribir, menos aun de computación.

Desde que el río tenía una sola orilla los padres o la mayoría de éstos, aspiraban a que sus hijos aprendieran, obtuvieran altas calificaciones, se prepararan, pero ¿recibían los estudiantes apoyo en casa? Es una interrogante a responder con la mayor sinceridad.

Nadie se llame a engaño, los mejores resultados educativos los consiguen aquellos alumnos que reciben  apoyo, quienes ven a sus padres involucrarse de manera significativa, responsable... padres que establecen un vínculo sólido con el maestro, visitan la escuela, muestran preocupación, sólo que ahora el panorama es bien distinto.  

Con el COVID-19 que no cede y urge enfrentarlo entre todos, la educación experimenta un vuelco, un giro de 180 grados, exige más que nunca antes la participación mesurada y responsable de los padres. Por un lado es lógico el temor al contagio, la escuela y otros lugares públicos pueden ser el escenario propicio para que literalmente se ‘disparen’ los casos reportados, por otro lado con la educación a distancia, desde la casa, se multiplica la responsabilidad de los progenitores, y ésta no debe delegarse o dejar a otras personas.

Apuntar que los padres pueden influenciar en la educación y futuro de sus hijos, motivarlos, es una verdad tan grande como un edificio; el mejor indicador del éxito escolar pasa por la ‘cercanía de los padres con la escuela, con el aprendizaje del menor’.

Una especie de batalla de dimensiones considerables, con marcada implicación en el futuro, está a punto de comenzar, y a los padres les urge mostrar de manera convincente la seriedad con que pueden enfrentar la tarea.

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