Dos días, uno detrás del otro (18 y 19), como si quisieran darse las manos, llaman a la reflexión. Se trata del Día Mundial de Protección de la Naturaleza, y el dedicado a los Monumentos en todas partes. Ambos merecen la mayor atención, además de solicitud y esmero, por una razón sencilla y prioritaria: en la misma medida en que se muestre desvelo se crecerá como ser humano.
Celebrar -con acciones concretas- el Día Mundial de Protección a la Naturaleza (la idea surgió en 1972), no puede ser más oportuno, más que todo por la contaminación galopante que afecta el medio ambiente, el hábitat natural del hombre.
El venidero 18 es la ocasión propicia para llamar, concientizar, preguntarse cada uno que hago con el objetivo de frenar que se dilapiden los recursos naturales; de lo que se trata es de anticipar los riesgos (si es que se puede, a estas alturas del juego) y prevenir los daños.
Las futuras generaciones podrán preguntarse, con sobradas razones, por qué nuestros padres, nuestros abuelos, permitieron que se deteriorara el medio ambiente, lo que nos rodea, y no adoptaron medidas para evitar un desaliño generalizado.
Cuidar, proteger la naturaleza, es un asunto de importancia capital; vale tener en cuenta que el planeta no puede regenerar lo que consume y demanda hoy el hombre.
No se trata de un asunto que compete o se limita solo a los ambientalistas, el desvelo por proteger la naturaleza alcanza a todos, y sería en extremo provechoso fomentar la educación ambiental, que los niños (y los adultos) conozcan porqué es impostergable todo cuanto se haga para proteger y cuidar la naturaleza.
No deje pasar la ocasión sin reflexionar y hacer en favor del ambiente, del entorno, sea en favor de la tierra, del agua, de los animales, de los recursos naturales, con la intención de detener el camino ‘suicida’ por el que transita el hombre.
Respecto a los monumentos, hay leyes que los protegen; por lo general son una obra de significativo valor histórico, no por gusto muchos de ellos forman parte del patrimonio de una localidad, de un país, o de la humanidad.
Patrimonio al fin, e incluso como obra o pieza, salida de la mano de un artista, los monumentos deben cuidarse, protegerse, preservarse... con seguridad cada monumento tiene un significado para un grupo de personas.
Los monumentos pueden referirse a un lugar, a un hecho histórico, a una hazaña, a una personalidad, al niño que con acción impidió la inundación de un pueblo, o el ‘regalo’ de la comunidad en reconocimiento a la fidelidad, por ejemplo, de una mascota. No es extraño por ello que un monumento está ligado por años a un lugar o a determinado acontecimiento histórico o a un Dios de la mitología.
Lo relevante es que este 19 de octubre se valore en toda su dimensión el cuidado que se debe prodigar a los monumentos, saber de qué se trata, qué hicieron las personas cuya memoria se honra con tal monumento o estatua. Cuidar no cuesta nada, y paradójicamente dice mucho de las personas, de la cultura de las comunidades y países. No lo deje para mañana.