Editorial: De violencia, saqueos y otros demonios

Motivos sobran para la preocupación y el estrés, primero el Coronavirus, y ahora -aunque aquel no se ha eliminado ni mucho menos-, la violencia, el saqueo, la indisciplina y la delincuencia pretenden imponerse. A cual de los dos más peligrosos.

El primero con una carga terrible para Estados Unidos y el mundo, cambiando todo, y lo que es peor, con una cifra de fallecidos estremecedora.

Por otro lado más que justificadas las marchas en diferentes partes del país para exigir justicia tras el homicidio de George Floyd; la Constitución contempla acciones de este tipo, pero de ahí a violentas protestas va un gran trecho, éstas son inadmisibles.

Disparar a agentes del orden, quemar oficinas, vandalizar, querer imponer la ley del más fuerte, ‘sembrar’ la inseguridad, saquear tiendas, romper, son acciones censurables que NO PUEDEN SER ACEPTADAS COMO FORMAS DE RECLAMAR JUSTICIA.

El país vive momentos de extrema tensión, y como a grandes males grandes remedios, se impone frenar el vandalismo, la violencia, a como de lugar. 

Ante manifestantes pacíficos no es justo, ético, correcto, aplicar la fuerza, pero frente a los que optan por el desorden, por hacer y deshacer a su antojo, sin reparar en las leyes, urge aplicar medidas. La situación se puede ir de las manos. 

Es imprescindible SEPARAR a vándalos de los manifestantes pacíficos, de lo contrario el panorama puede ‘enrarecerse’ aún más.

“Los alcaldes y gobernadores deben poner en las calles una presencia policial abrumadora hasta que se sofoque la violencia”, comentó el presidente Donald Trump.

Agentes del orden emplearon proyectiles de goma y gases lacrimógeno para desalojar a manifestantes -que exigían justicia frente a la Casa Blanca- y facilitar que el mandatario llegara caminando (en un claro alarde de que tiene todo bajo control) hasta una iglesia cercana.

Otros manifestantes (si se les puede llamar así), incendiaron un centro comercial en Los Ángeles, saquearon tiendas en  Nueva York, se enfrentaron a la policía en St. Louis (Missouri), donde cuatro oficiales fueron llevados al hospital con heridas sin gravedad. 

En Las Vegas, Steve Sisolak, gobernador del estado de Nevada, instó a protestar de manera pacífica, sin embargo las acciones de los revoltosos justifican la intervención de la Guardia Nacional, e incluso del toque de queda.

Es inadmisible disparar a oficiales de la Policía, quemar oficinas de negocios, romper cristales, pretender sembrar el caos y el desorden. La seguridad de la gente es una prioridad, nadie tiene derecho a ponerla en juego, menos aun en nombre de la justicia.

 

Hay dolor, tristeza, consternación, incomodidad, por lo sucedido a Floyd; sucesos parecidos tuvieron lugar antes y aquellos lodos trajeron estas tempestades. No se puede perder la mesura ni convertir a esta gran nación en una selva gigantesca donde impere la violencia. Mil veces no.

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