Editorial: Cuatro de Julio; alegría para compartir

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“Estar preparados para la guerra es uno de los medios más eficaces de conservar la paz”. 

                                                                                    George Washington

Se reclutaron soldados de todas partes de las colonias. Muchos, aseguran, eran agricultores o cazadores, hombres bravucones, poco entrenados en el combate. Tras los primeros enfrentamientos contra los británicos, George Washington dijo: “hemos reclutado un ejército de generales, no obedecen a nadie”.

El conflicto entre las llamadas Trece colonias británicas y el Reino de Gran Bretaña se extendió desde 1775 hasta 1783. Casi al principio de esa guerra tuvo lugar un acontecimiento trascendental del que el próximo lunes 4 se cumplen 240 años: el 4 de julio de 1776 se aprobó la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Se dice fácil, sin embargo quedaron detrás dos siglos y cuatro décadas.

Cuatro de los 56 congresistas reunidos para la aprobación desempeñaron un rol capital dentro del difícil proceso, campaña bélica por medio: George Washington, Thomas Jefferson, Benjamin Franklin y John Adams.

Poco más de cuatro años después de concluida la guerra contra el Reino de Gran Bretaña se adoptó la Constitución de los Estados Unidos de América (17 de septiembre de 1787), ratificada luego por el pueblo. Dicha Constitución federal es la más antigua del mundo.

La Declaración de Independencia, la guerra y el triunfo sobre las tropas británicas no sólo impactaron al territorio y la población de la pujante nación, pues personas de pensamiento avanzado de otros países estudiaron, comprendieron que también podían luchar por liberar su tierra de las respectivas metrópolis europeas.

La independencia de México, por poner un ejemplo, resultó consecuencia de un proceso resuelto por la vía de las armas que inició con el Grito de Dolores, a cargo del padre Hidalgo el 16 de septiembre de 1810. Es difícil imaginar que los mexicanos de aquella época estuviesen al margen de lo sucedido en el vecino país. O ignorar que con su independencia el país del norte mostró el camino a otras naciones.

Considerada una nación formada por inmigrantes, en Estados Unidos residen millones de personas provenientes de otros países, que contribuyeron -y brindan su aporte- en todas las facetas de la vida diaria, desde el aspecto político, económico, también en las ciencias, la cultura y los deportes, desempeñando un papel no menos prominente.

Europeos, asiáticos, hispanos, africanos, sin olvidar la tierra que los vio nacer se afincaron en este país, estudiaron, trabajaron, vieron aumentar sus familias, prosperaron, para ratificar que Estados Unidos es un país de oportunidades y que la emigración es tan ‘vieja’ como el mismo hombre.

Toca a la comunidad hispana corresponder con su dedicación y constancia al desarrollo de la nación donde vive, enseñar a sus hijos el valor y lo que significa el estudio, el respeto a las leyes, costumbres y tradiciones de la nueva casa, poner sobre la mesa lo que aprendió de padres y abuelos, reconocer la historia. 

 

La celebración del 4 de julio de una manera u otra alcanza a todos, aunque sea por gratitud la indiferencia no tiene cabida.

 

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