La pandemia denominada Coronavirus, con su carga nefasta de miles de fallecidos y contagiados, protagonista del desastre económico que hoy exhibe el mundo, también pone al desnudo la apremiante necesidad de ganar en disciplina y conciencia.
El Coronavirus puso en claro que ni el sistema de salud más eficiente podía encarar con éxito -el podía llega hasta hoy- a esta pandemia, sin importar desarrollo económico, extensión territorial, afiliación política...
Corren tiempos de unión y cordura, está claro que sin la participación consciente de la ciudadanía poco se puede conseguir, pero esa participación debe estar signada por la disciplina, el seguir al pie de la letra las indicaciones de las autoridades locales y de salud.
Atrás quedaron las discrepancias de si éste o aquel mandatario o líder local actuó con ‘tibieza’, si se confió, no hizo mucho caso, no adoptó las medidas pertinentes a tiempo, en estos momentos muchos se ensalzan en si hay que dar paso a la reapertura -guiados por las cuantiosas pérdidas económicas-, o esperar por resultados alentadores de los test, el descenso significativo de fallecidos y contagiados.
Por favor, tiene que primar la cordura, nada es más valiosa que la vida de un ser humano, lo material puede recuperarse, y desde ya se vaticinan días en extremo difíciles para todos.
Muchos se quejan de la ‘cuarentena’, de semanas dentro de cuatro paredes, ya agotaron sus repertorios de chistes, recetas de cocina, películas, ejercicios... en medio de todo es casi seguro que pocos, muy pocos, le echaron mano a un buen libro. Quieren salir a trabajar, pasear, comer fuera, visitar a familiares y amigos, ir a un concierto.
A punto de quedar atrás el primero cuarto del siglo XXI, cuesta trabajo creer que todavía el hombre se debata entre diferencias políticas y la falta de sensibilidad humana, cuando lo mejor sería ir por la vida dando amor, sin serrucharle o envidiar nada a nadie, tendiendo la mano al más necesitado.
Pues duele reconocer que el Coronavirus vino también en gran medida a desnudar al hombre, a restregarle en pleno rostro sus miserias humanas; mientras los científicos se empeñan en conseguir la vacuna que ponga a la pandemia, se orienta quedarse en casa, aislarse, ser disciplinados, pero a muchos les cuesta trabajo.
Y lo que es peor, no faltan quienes esgrimen el nombre de la libertad para ‘enmascarar’ su desobediencia, “somos libres de ir a todas partes, nadie tiene que decirme que permanezca en casa”, argumentan. Los coprófagos tienen libertad y no saben qué hacer con ella.
A grandes males grandes remedios, reza un viejo refrán, y en tiempos de emergencias, cuando se enfrenta una pandemia que deja a su paso miles de fallecidos, y una cifra aun mayor de contagiados, se impone hacer cumplir lo indicado aunque haya que aplicar medidas drásticas, la prioridad es tratar de preservar la vida, entonces lo único que hay que hacer es cumplir las indicaciones, quedarse en casa, protegerse, lavarse las manos con frecuencia, salir sólo a lo indispensable. Que por falta de disciplina y conciencia no sea.