Editorial: Cerrar las puertas al trabajo infantil

Para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben querer...  José Martí

Desde el 2002 la Organización Internacional del Trabajo instituyó el 12 del mes en curso como la jornada dedicada a la lucha contra el trabajo infantil; lo relevante del tema trajo consigo que en julio del 2019, la Asamblea General de la ONU tomara cartas en el asunto y declaró el 2021 como el año contra la erradicación del trabajo infantil.

Los niños, bien lo dijo Martí, son la esperanza del mundo, resulta obvio precisar que el trabajo infantil afecta sobremanera a los pequeños, interrumpe sus estudios, perjudica el bienestar y desarrollo físico de los menores.

Según múltiples estudios, los niños trabajan por diferentes razones, costear sus estudios, solventar sus propios gastos, ayudar a la economía familiar, precisamente a muchos pequeños les gusta entregarse al trabajo en compañía de un familiar, sean sus padres, hermano mayor, un tío...

Está claro que esto del trabajo infantil atenta, resulta un obstáculo considerable para el desempeño escolar de los menores, su educación, el aprendizaje mismo.

La explotación de los menores tiene, por supuesto, diferentes aristas, y es preciso tener en cuenta que muchos pequeños son obligados a trabajar, y lo que es aun peor, luego son despojados de sus ganancias o ingresos, además, no se debe perder de vista que muchas de las labores que realizan afectan su salud.

En Estados Unidos es difícil imaginar que los pequeños se levanten temprano para ir a trabajar en busca del sustento familiar y ayudar de paso a solventar las deudas.

Incuestionablemente el trabajo infantil es también una manera de perpetuar la pobreza, un breve análisis permite destacar que los niños entregados al trabajo, desertan, abandonan sus estudios, entonces no pueden obtener salarios bien remunerados, o sea, los pequeños no adquieren los conocimientos, las herramientas que les permitan acceder a mejores trabajos, a salarios superiores.

Las afectaciones de la salud, el hecho de que esos menores -niñas y niños- no se desarrollen del todo desde un punto de vista físico y sicológico, es un argumento de peso para cerrar filas contra el trabajo y la explotación infantil.

Otro aspecto a subrayar es que quienes trabajan desde los 10 años (y antes), pues ‘maduran’ de manera prematura, por lo general sin poder disfrutar del juego, encausar y desarrollar sus habilidades.

Todo lo anterior se conjuga para que los niños-trabajadores vean afectada también su autoestima; la mayor parte de ellos labora en la agricultura, la construcción, la minería, la ganadería, y muchos padecen de enfermedades que afectan las vías respiratorias.

 

Es preciso que la educación sea gratuita -y de calidad-, en todos las naciones, más aun en los países ‘golpeados’ por el trabajo infantil, para que los niños acudan a las escuelas, obtengan una buena educación que les permita desarrollarse plenamente como seres humanos. Ellos lo merecen.

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