Editorial: Asilo sí... sin perder la ternura

Desde que salió rumbo a los Estados Unidos en busca del llamado “sueño americano”, la caravana centroamericano no ha dejado de ser noticia, acapara espacios en la prensa escrita, minutos en la televisión y estaciones de radio, más que todo para resaltar historias de todo tipo, aspectos que dicen mucho de personas deseosas de salir adelante y ayudar a los suyos, y otras en las que los involucrados dejan mucho que desear.

La miseria, el desempleo, las adicciones, la violencia, las amenazas y extorsiones, el creer todos los días que el cielo se les viene encima, impulsa a cualquier persona, a familias enteras, a grupos, residentes en aldeas donde la escuela más cerca está tan cerca como en el otro pueblo, a buscar otros horizontes.

Cuesta trabajo no reparar en que detrás de un grupo de siete mil personas, muchas con deseos de trabajar y otras no tanto, no haya un ‘cerebro’ o varios poniendo sobre la mesa su brillante capacidad organizativa... quién, quienes, de qué partido. Un día se sabrá.

A su paso por muchos lugares durante su travesía, integrantes de la caravana han recibido ayuda, alojamiento, comida, medicina, no es exagerado decir que algunos se han granjeado el cariño, el respeto de los que les han tendido la mano. Por supuesto, el comportamiento de otros miembros ha sido como un lunar, una mancha.

Los Estados Unidos son un país cuya historia no hubiera sido posible sin los inmigrantes; esta es una nación que lidera el primer mundo del primer mundo, y en esa vidriera económica tienen un lugar prominente los inmigrantes, todo eso es cierto, es una verdad tan grande como una casa.

También lo es que esta nación se rige por leyes, y las fronteras, los procesos migratorios, están ahí para respetarse. Nadie debe entrar a la casa de otra persona por la fuerza, ni esgrimiendo el clásico: ‘estoy aquí porque llegué’. Eso deben entenderlo sobre todo quienes tiraron piedras a los oficiales destacados en la frontera. Así no se consiguen las cosas ni se abren las puertas. Los ampara el derecho de cualquier persona a pedir asilo, pero eso lleva su tiempo y hay que seguir un proceso marcador por las leyes, válido en cualquier  país del mundo.

Una cosa es emprender el camino de la lucha armada, alzarse contra quienes oprimen, maltratan, abusan, y no queda de otra que defender los derechos y la dignidad, o poner la otra mejilla y ser sumiso siempre... otra bien distinta es llegar a la frontera de un país y tirar piedras a quienes la defienden.

Cuando el presidente Donald Trump habla de seguridad en las fronteras, y pone condiciones a cambio de su odioso muro, de una u otra forma argumenta sus planes con acciones tan censurables como la de los ‘tirapiedras’, entonces...

Cuando obligado por las circunstancias, por una avalancha de personas que viene porque viene, sin pensar en las leyes de otros países, en las consecuencias de sus actos, se cierra la frontera, se afectan personas que no tienen nada que ver con la caravana.

Empresarios cuyos negocios dependen en gran medida de productos que vienen de México se ven afectados con el cierre de la frontera; quienes incluyen en lo que venden productos como el tomate, el aguacate, el limón, el japapeño, el pepino, lo resienten.

 

Se puede tratar de poner millas por medio y dejar atrás la miseria, la violencia, la corrupción, pero sin perder la ternura.

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