Editorial: AMLO... y el México que necesitan los mexicanos

Cuatro palabras, un nombre, y la esperanza de millones de personas, en México y más allá, s’descansan’ en Andrés Manuel López Obrador, en lo que pueda hacer el mandatario, y cuánto de lo que prometió puede llevar a feliz término, concretarlo más que todo para quienes tienen menos.

No hay dudas de que lo que pueda alcanzar el vecino país en el próximo sexenio tendrá repercusión más allá de sus fronteras.

López Obrador cedió en las elecciones de hace una docena de años ante Felipe Calderón y luego vio convertirse en presidente a Enrique Peña Nieto, quiere decir que lo de él ha sido una carrera de resistencia.

De cada una de aquellas elecciones aprendió, sacó experiencias, las mismas que junto al cansancio del pueblo, decepciones tras decepciones, le reportaron un triunfo aplastante en las elecciones mexicanas.

Se lo dijeron, de tal manera que parece una exigencia, y luego él lo repitió en la ceremonia de toma de posesión: no tengo derecho a fallarle al pueblo.

Se da por sentado que hay mucho por hacer, por enmendar en la enorme nación, y lo más probable es que el tiempo -seis años- no le alcancen al presidente para llevar a puerto seguro sus aspiraciones y deseos.

Debe empeñarse en hacer realidad sus promesas (que no son pocas) o el pueblo comenzará a exigirle y luego ni corto ni perezozo le pasará factura. Necesita que su equipo de trabajo funcione como un reloj suizo, que el apego que ha mostrado a las masas no se resquebraje, que la gente cierre filas con él, y también, por supuesto, que lo cuide. 

No faltan quienes ya pretenden ‘colgarle el cartelito’ de que no es receptivo a las críticas, que se molesta cuando alguien difiere de su manera de pensar, y es peligroso dejar que esa semilla germine.

Lo que tiene por delante el nuevo mandatario y sus colaboradores se limita a tres palabras que deben resonarle todo el tiempo en los oídos: trabajar, trabajar y trabajar.

¿Podrá ponerle luz roja a la galopante corrupción? Está por verse, por el momento goza del beneficio de la duda. 

En las entrevistas no quiere decir ni una palabra de más ni una de menos, no quiere criticar, ni calificar a gobiernos de países del área, para -dice- que nadie opine de los problemas internos de México.

Hereda el peliagudo asunto de las caravanas de migrantes, una relación agridulce con el presidente de los Estados Unidos, miles, millones de mexicanos que quieren irse a otro país en busca de empleo, lejos de la violencia que impera en una nación en que una vida no vale nada... nadie se llame a engaño, Andrés Manuel López Obrador tiene ante sí un reto colosal.

 

Más que pedirle, para muchos es el momento de ayudarle, de colaborar con él, de decirle aquí está mi mano para construir un México nuevo, el que merecen millones de personas, donde se pueda vivir como Dios manda y no con la dignidad pisoteada. A trabajar.

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