Editorial 09-03-16: Juanga en el corazón de la gente

La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo.

                                                      Isabel Allende

El hombre, aseguran, no fue creado para morir, de ahí la resistencia a aceptar la muerte, que cueste tanto la resignación.

Sin dudas el deceso del afamado artista mexicano Juan Gabriel conmovió a millones; nació pobre, tuvo una infancia triste, sin embargo a fuerza de talento, de entrega, de perseverancia, se empinó al estrellato para llegar al corazón de varias generaciones en muchas partes del mundo. 

Se dice fácil, sin embargo mantenerse en la cima por más de cuatro décadas exige dedicación, voluntad, ansias de llegar, junto a una considerable dosis de talento, de saber hacer las cosas. “Aunque haya carecido del cariño de mi madre tengo el de millones”, afirmó, y eso en gran medida era suficiente. 

Su frase ‘de lo que doy nunca me acuerdo, de lo que me dan nunca me olvido’, casi lo retrata de cuerpo entero. ¿Alguien sabe cuántas veces donó a hogares infantiles en México las ganancias de presentaciones? ¿O cuánto sacaba de su bolsillo para mantener el orfanato fundado por él que acogía a 120 pequeños a quienes costeaba incluso sus lecciones de música? 

Dueño de un estilo desenfadado, Juan Gabriel no respetaba reglas en sus composiciones musicales, y eso lo llevó también a su manera de vestir. No reparaba en la categoría de los escenarios, por muy encumbrados que fueran, bailaba, gesticulaba, se entregaba, hacía gala de su carisma... no dejaba a nadie indiferente.

Un cálculo conservador dejó sentado que compuso entre mil 500 y mil 800 canciones, muchas de ellas ocupantes de primeros lugares en la preferencia de la gente, idéntica suerte corrieron -y corren- la mayoría de sus discos. Muchas figuras prominentes del mundo de la música lo interpretaron.

Enfrentó problemas con el fisco o deudas con el pago de impuestos, rumores con su sexualidad y vínculos con narcotraficantes, sin embargo por encima de todo era un ser humano con virtudes y defectos, como cualquier hijo de vecino.

Juan Gabriel supo enfrentar la pobreza, crecer carente de cariño, para tocar el cielo con las manos, colocarse a la altura de José Alfredo Jiménez, Elvis Presley, Frank Sinatra y muchos otros. 

De premios y reconocimientos pudo muy bien el artista hacer una colección, pero allegados señalan que no perdió el piso, no dejó de ayudar a jóvenes deseosos de abrirse paso o a colegas suyos que atravesaban momentos difíciles.

Las Vegas, sede de grandes peleas y conciertos extraordinarios, también se rindió a sus pies, aquí se le entregó una estrella, el galardón por Máximo Orgullo Hispano, el Premio Diamante, y él supo corresponder, ganó amigos y a miles de fans que seguían con atención sus giras y presentaciones, lo buscaban, lo preferían, lo aplaudían... lo colocaban en el lugar que por derecho propio le pertenecía, ése que él supo ganarse, reservado sólo a los grandes, y donde estará para siempre: en el corazón de la gente.

 

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