Editorial 08-02-14: Cuidemos nuestra comunidad

Acaba de declararse el Día mundial contra la trata de personas, el pasado 30 de julio. Esta acción, aunque para muchos pudiera parecer simbólica, es una manera como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) busca llamar la atención –y la acción-- de la gente, de los gobiernos, sobre el flagelo que afecta a unos 2.5 millones de víctimas, uno de los tantos problemas de seguridad que afligen a las comunidades.

Eso es en el nivel internacional pero también toca a nuestro valle y nuestras comunidades que, por cierto, están viendo una nueva ola de violencia. 

El tráfico de humanos o “trata de personas” como le llama la ONU es un asunto vigente que las autoridades de Nevada han abordado recientemente con la aprobación de una ley para perseguir y castigar a los culpables de traficar con personas (entre ellos a los proxenetas, padrotes o “pimps”). 

En las últimas 8 o 10 semanas Las Vegas y sus alrededores han visto una serie de acontecimientos donde la violencia ha cobrado víctimas incluso fatales. Los dos policías y un buen samaritano muertos a balazos en centros comerciales dejó perpleja a la población. “Eso no pasaba aquí, solo lo veíamos en las noticias”, dijo alguien asombrado.

Pero han habido otros sucesos donde criminales desquiciados cobran víctimas inocentes. El más reciente fue el de un padre de familia acribillado en su propia casa ante su esposa, víctima de una pareja de criminlaes actuando sin motivos específicos.

Muchas personas en la comunidad hispana se preguntan ¿qué está pasando? Qué sucede que la comunidad antes tranquila y segura, sin grandes actos de violencia pública, ahora empieza a sentir desconfianza.

Este comentario no intenta causar pesimismo, pero sí en cambio llamar la atenión para que no perdamos la capacidad de asombro e indignación, para mantener el ánimo de no permitir que la violencia aumente.

Debe fortalecerse el sentido de seguridad que tenemos las personas, junto con el de nuestros seres queridos, en nuestros centros de trabajo y los lugares públicos. Es imposible tener a un agente del orden pendiente en nuestro hogar o junto a cada persona.

Hace falta que con sentido social, comunitario, la gente tomemos una posición de rechazar la violencia, evitar actos o situaciones que conlleven un desenlace fatal. 

Hay muchos factores y riesgos, pero también hay muchos más recursos para controlar y evitar problemas; el sentido común y las leyes ayudan mucho. Parece que será casi imposible desaparecer actos perpetrados por desquiciados como los mencionados arriba, pero urge tomar conciencia para que esto no se convierta en algo común.

Depende de todos no permitir que la violencia y la inseguridad se apoderen de nuestras comunidades. La policía, las fuerzas del orden están ahí para salvaguardar la seguridad pública, pero antes que ellos y por mucho nos toca a los habitantes, a cada quien mantener y preservar nuestras seguridad personal, familiar y comunitaria. No al tráfico humano, pero también no a las balaceras; no a la inseguridad. Hay que pensar y actuar para mantener segura nuestra comunidad.

 

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