Corroborando: Se fue otro grande de la literatura

“...aunque se sufra como perro, no hay mejor oficio que el periodismo...”

Gabriel García Márquez

 

Apenas la semana pasada escribimos acerca de que finalmente se le hará justicia a Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura, y se va a escribir su nombre con letras de oro en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, que no en el Senado de la República, como debería ser, por aquello de que el insigne poeta acusó de todo a todos los partidos políticos, valgan las redundancias, y no dejó títere con cabeza, por lo corrupto que todos son. Pero decíamos que apenas la semana pasada escribimos sobre la grandeza de un Premio Nobel de Literatura, cuando otro más, Gabriel García Márquez igualmente grande y residente de la capital de México en la calle Vulcano 44 del Pedregal de San Ángel, desde hace mucho tiempo, dejó de existir a la edad de 86 años, víctima de enfermedades propias de su avanzada edad.

Por si usted no lo sabe, el gran Gabo, como cariñosamente se le conocía, según sus propias palabras, antes que novelista, se consideraba un periodista, profesión que ejerció la mayor parte de su vida, antes de tener éxito como novelista, oficio al que debe entre otras cosas, a mediados de sus cuarenta años, y sin querer queriendo, como diría Chespirito, recibir el ansiado Premio Nobel de Literatura y su fabuloso premio en metálico, lo que le permitió vivir deshogadamente y moverse el resto de sus días por todos los rincones del mundo, en algunas de ellos, como Barcelona, en donde vivió cuatro años, simplemente para huir de la popularidad que el Premio Nobel le acarreó, al padecer de una modestia y timidez, que como él mismo reconocía, nunca pudo superar.

Pero volviendo a su oficio como periodista, a veces convertido en guionista, por necesidad, de películas tan populares en su tiempo, que solo recordarán los que ya estamos en la edad jurásica como “La oveja Negra” y “No desearás la mujer de tu hijo”, cintas interpretadas nada menos que por Pedro Infante y Don Fernando Soler, así como “El Gallo de Oro”, de Luis Aguilar, por mencionar unas cuantas, y para los de más reciente factura, películas como “El Coronel no tiene quien le escriba”, título de uno de sus libros, interpretado por Fernando Luján y Salma Hayak, o “Amor en los Tiempos del Cólera”, todo esto, antes de que su inmenso talento narrativo lo llevara a obtener el mencionado Premio Nobel de Literatura , premio obtenido más que todo por su novela titulada “Cien Años de Soledad”, la que se considera en la actualidad como la historia mejor escrita de todos los tiempos, solo detrás de Miguel Cervantes y Saavedra y su inmortal Quijote de la Mancha.

ENEMIGO DE LAS GRABADORAS

El que esto escribe, si de algo puede presumir, después de entrevistar a personajes notables de diferentes medios, incluyendo la cultura, los deportes y la política, es nunca haber usado una grabadora para hacer dichas entrevistas, acerca de las cuales García Márquez escribió: “La grabadora oye pero no escucha, repite -como un loro digital- pero no piensa, es fiel pero no tiene corazón, y a fin de cuentas su versión literal no será tan confiable como la de quien pone atención a las palabras vivas del interlocutor. Las valora con su inteligencia y las califica con su moral”.

Gabriel García Márquez era un periodista de corazón. Sus libros, decía, eran en el fondo grandes reportajes novelados o fantásticos, pero el método de investigación y de manejo de los hechos son los de un periodista.

El afamado escritor colombiano fue quien bautizó al periodismo como “el mejor oficio del mundo” y diría que fue su primera y única vocación, y lo admitía, por lo menos le debía la mitad del Nobel.

“Doy fe: a los diecinueve años -siendo el peor estudiante de derecho-, empecé mi carrera como redactor de notas editoriales, y fui subiendo poco a poco y con mucho trabajo por las escaleras de las diferentes secciones, hasta el máximo nivel de reportero raso”, contó en 1996.

Escribió cientos de artículos, entrevistas, columnas y crónicas desde 1948. Por el periodismo dejó Colombia para irse como corresponsal a Europa, recorrer América Latina y Nueva York, antes de instalarse en México, a pesar de que Fidel Castro, de quien nunca negó su amistad, le regalara una casa en La Habana, la que suponemos nunca ocupó.

Amigo íntimo de escritores de su talla que se le adelantaron, como Carlos Fuentes, Carlos Monsivais, Julio Cortazar o Pablo Neruda por nombrar unos cuantos, pero más que todo como una anécdota, a pesar de recibir toda clase de elogios del único Premio Nobel latinoamericano superviviente, el peruano-español Mario Vargas Llosa, nunca se supo, cual fue el motivo por el que Vargas Llosa le diera una bofetada a García Márquez en sus años de juventud.  

La mejor noticia, decía Gabo, no es siempre la que se da primero, sino muchas veces la que se da mejor.

Tal es el caso de la escritora Elena Paniatowska Amor, quien esta misma semana recibió el Premio Cervantes en España. Finalmente una buena noticia para las letras.

SE LE DESPIDIÓ EN BELLAS ARTES

Como colofón, el pasado lunes, el titular de Conaculta, Rafael Tovar y de Teresa, acudió a la casa del “Gran Gabo”, como cariñosamente se le conocía, en Vulcano 44, para detallar con la familia del laureado escritor el reconocimiento que se le brindó en el Palacio de las Bellas Artes. En el programa se previó una exposición al público por cuatro horas antes de la llegada y los discursos de los presidentes de México, Enrique Peña Nieto, y de Colombia, Juan Manuel Santos, antes de ser embarcados los restos a su natal Colombia. Descanse en paz.

Como punto final, en el mismo día, el lunes pasado, la crítica literaria perdió a su decano Emmanuel Carballo, editor, ensayista y periodista, quien falleció a los 84 años. Nos estamos quedando solos.

Y sin más que lamentar... nosotros seguiremos...  Corro...borando.

 

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