Por Francisco Corro
El título que le estoy dando a mi columneja, se me ocurrió cuando por accidente me tocó presenciar, pues siempre las evito, esas espantosas peleas que se han puesto de moda, en las que, enjaulados en un ring parece que en forma octagonal, un par de pendejos y lo “pior”, también pendejas, se dan en la madre de una manera salvaje, a puño limpio, usando codos y rodillas en sangrientas peleas en las que todo se vale a cambio, estamos seguros, de un sueldo miserable y en las que por su puro gusto terminan siempre sangrando después de darse en la madre como decíamos, podríamos decir que por su puritito gusto, pues los luchadores por lo menos lo hacen artísticamente, ya que en las luchas la mitad son trucos aprendidos de lucha greco romana que efectúan con mucha gracia.
Compare el puñado de dólares que ganan tanto los luchadores, como los alma de troglodita de ambos sexos que se dan en la madre en esas jaulas con los 120 millones de billetes verdes que ganan boxeadores como el famoso Floyd Mayweather, y no tanto “El Canelo” que ni siquiera se despeinan, lo que da motivo al título de este escrito, pues los pocos que seguramente quedamos, conocimos las peleas, a las que se conocía periodísticamente con el nombre del “Deporte de las Orejas de Coliflor”, pues los boxeadores de esos años, que entre paréntesis peleaban por un puñado de dólares, ya que todavía no existía la mercadotecnia, y se distinguían por tener la nariz completamente chata y casi sin hueso a consecuencia de los golpes recibidos, y las orejas reventadas en forma de coliflor.
Para que usted se forme una idea, Joe Louis, quizás el mejor campeón de todos los tiempos, defendió su cetro una vez al mes durante la docena de años que fue campeón de peso completo, y según ganó en todos esos años cuatro millones de dólares que repartió con los de su equipo y terminó de “host” en el Caesars Palace como un objeto curioso hasta el día de su muerte.
Compare eso con los cientos de millones que ha ganado Floyd Mayweather sin despeinarse, y dígame usted si no tengo razón. Por mi parte recuerdo que cuando quería saber algo del pasado, consultaba con mi abuelito, o con personas de cabello blanco.
Ahora cuando quiero hablar del pasado solo me miro en el espejo y ejercito la memoria. Por ejemplo, al último boxeador que este escribano recuerda haberle visto las “orejas de coliflor” es a Lauro Salas, originario de Monterrey y el primer campeón mundial mexicano que peleó en los rings estadounidenses, quien fue uno de los primeros fajadores que peleó en el Olympic Auditorium de Los Ángeles por la estratosférica suma de $6 mil dólares, hasta que surgió el famoso ‘Ratón’ Macías, todos ellos traídos a Estados Unidos por el promotor George Parnassus al que se le pagó la estratosférica suma de $12 mil dólares, pero abrió la puerta para que llegaran a Estados Unidos los peleadores mexicanos hasta llegar al mejor de todos los tiempos, Julio César Chávez, quien ya cobró los cientos de miles de dólares, pero nunca más volvimos a ver las famosas “orejas de coliflor”, como apuntamos arriba, distintivo de los que vivían del Arte de Fistiana, pues ahora pelean una o dos veces al año, completamente protegidos.
USTED YA NO DEBE SALIR SIN “ESCOLTA” SI RECUERDA CUANDO...
Pero cambiando de disco. Si usted se considera, como el que esto escribe, que pertenece a “Rucoland” y es residente de Las Vegas, ya no debe salir a la calle, si no está debidamente “escoltado”, no sea que no encuentre, si ya andaba de “pajuelo/a” y recuerda cuando:
Las Vegas tenía 90 mil habitantes, 12 policías y el Chief Morán era el Jefe de Policía.
Todos los “tickets” los cancelaban los jueces, quienes no salían de los hoteles en donde nunca pagaban, pues eran “comps”, o sea invitados de la casa automáticos.
El famoso “strip” empezaba en el Hacienda Hotel y terminaba en el Rancho Vegas y Bingo Hotel, después llamado Sahara.
Para llegar a Las Vegas, había que pasar por Needles y la carretera era de un solo carril.
Llegando a Las Vegas lo primero que veía era un Sultán en la carretera, enigma del Hotel Dunes.
Y el Dunes Hotel era de un solo piso, con otro Sultán en la puerta y su variedad era “solo para caballeros”, pues sus chicas Minsky andaban con escote hasta el ombligo.
Solamente había un semáforo en Las Vegas, en la esquina de Sahara Ave., y el “Strip”.
En los lounges como el del Frontier, de un solo piso se presentaba Elvis Presley en el lounge y en el “showroom” del Riviera, Judy Garland y en el Desert Inn Jimmy Durantey, la entrada era gratis en los lounges, y en los “showrooms” de los hoteles se cobraba $17,50 por ver a Sinatra, y en este cobro se incluía una cena completa con Prime Rib o una botella de Champagne.
El paseo de los empleados en su día “off” era a las aguas termales de Warm Spring o nadar en Twin Lakes o Lake Mead. Se trabajaban seis días y la cuota de la Unión Culinaria era $7 Dls.
En el cine Portal de la Calle Fremont abierto toda la noche asistió a las primeras películas de James Bond.
El Golden Nugget era de un solo piso y tenía la barra más antigua de Las Vegas. Los tragos costaban .50 centavos.
El Sultan´s Table en el Dunes era el mejor Gourmet Room con 11 violines y dos pianos, favorito de la mafia.
Solo había dos mercados en LV, el Market Town en LV Boulevard y Oakey, y otro frente al Sahara, junto al Honest John, bar favorito de los locales en donde se buscaban los empleos, con quien tenía “juice” (influencia en los hoteles) y en donde se formó el famoso club del “Corcho de Oro”.
Las fichas eran recibidas como moneda en todas partes y los dólares de plata pura eran usados como fichas de juego.
En las casas se ponían unos pequeños refrigeradores en donde se ponía el dinero del pedido, leche, pan, etc., y un camioncito blanco ponía su pedido y el cambio del billete que usted ponía..
No entiende ni madre de las computadoras, menos las de bolsillo a las que por un principio... no ve los números.
Y así es como se nos fue la buena vida, por lo que no nos queda más que seguir... Corroborando.