Corroborando: La historia que poco conocen mexicanos y estadounidenses

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En México conocemos más la historia del vecino del Norte, que lo que los estadounidenses conocen la de México. Casi nadie sabe en EU cómo se hicieron de los territorios que hoy constituyen Texas, Nuevo México, California, Arizona, Colorado, Utah, (a donde enviaron a los mormones de Brigham Young), parte de Nevada y pedazos de otros estados actuales como Kansas y Oklahoma. ¡Vaya botín!

Hoy el libro de Fergus M. Bordewich “El Gran Debate de Estados Unidos de América”, nos ofrece luz respecto a la división que en 1850 amenazó separar la Unión Americana en dos países. El motivo fue el exagerado cobro a México tras la guerra 1846-1848, calificada de infame e injusta por Abraham Lincoln, entonces diputado por un distrito de Illinois.

En esos días al norte del Río Bravo existían 30 estados, 15 esclavistas en el Sur y 15 anti esclavistas en el Norte. Los primeros querían que en los nuevos territorios California y Nuevo México se permitiera la esclavitud (había más de 4 millones de esclavos). Los mexicanos que tras la derrota se quedaron allá amparados por el Tratado de Guadalupe, -que nunca se respetó-, como antes se había abolido la esclavitud, insistían que así permanecieran, apoyados por los estados abolicionistas. Los sureños alegaban que la Democracia y la Soberanía Popular permitían que bajo la Constitución, no solo a la esclavitud sino también a los amos llevar sus esclavos a otros estados de la Unión, incluidos los norteños.

Estados Unidos contaba entonces con menos de 25 millones de habitantes, incluyendo los esclavos. Todos los partidos: el Demócrata, el Whig que se transformaría en el Republicano -el Grand Old Party-, y el llamado Suelo Libre (Free Soil), deseaban expandirse y llegar al Pacífico, así como arrebatar Cuba y Santo Domingo a España para controlar el Caribe y, además, más del territorio mexicano. Unos deseaban Tamaulipas y San Luis Potosí y algún sureño quería todo México y convertirlo en un estado esclavista.

El debate en el Senado, para detener lo que ya parecía inevitable, se dio entre Henry Clay, Daniel Webster y Stephen Douglas por los abolicionistas moderados (los tres murieron antes de la Guerra Civil), y John Callhoun, Jefferson Davis -quien fue presidente de los Estados Unidos Confederados de América, al ocurrir la separación en 1860- y Sam Houston, de ingrata memoria para México, lideraron el grupo senatorial sureño que apoyaba, a morir, la esclavitud. Webster, Clay y Douglas buscaron desesperadamente la presidencia de su país, pero ninguno la obtuvo, no obstante ser los más destacados aspirantes a ese cargo. Aunque abolicionistas, Clay y Webster defendieron cuatro puntos básicos para salvar la Unión, el llamado Nuevo Compromiso de los Territorios California y Nuevo México, que luego se convertirían en estados, decidirían ser esclavistas o no; en Washington, D.C. desaparecería la venta de esclavos; se aprobaría una ley que obligara a los estados antiesclavistas en los que se hubieran refugiado esclavos fugitivos a proceder a su captura y regresarlos a sus “dueños”; además, Texas renunciaría a sus pretensiones de anexarse Nuevo México y ciertas áreas de California. Los sureños anhelaban que se siguiera la línea del Paralelo 36 grados 30 minutos hasta el Pacífico y que toda el área situada al sur fuera territorio esclavista. De esas tierras saldrían luego Iowa, Nebraska y Kansas.

La iniciativa de Henry Clay fue bautizada Omnibus porque en una sola ley quiso incluir todos esos temas.

El Senado Norteamericano rechazó el proyecto. Clay se desilusionó, pero Stephen Douglas, (el eterno contrincante y “amigo” de Abraham Lincoln) recogió los pedazos y presentó al Senado cada parte de la iniciativa de Clay, separadamente. Una por una las leyes respectivas fueron aprobadas en el Senado y luego por los representantes. La Unión Americana quedó salvada temporalmente. En 1856, el Presidente de EUA era Zachary Taylor, el general que derrotó a Santa Anna en Monterrey y La Angostura, a quien la prensa norteamericana glorificó de tal manera que resultó el Candidato Demócrata a ocupar la Casa Blanca y triunfó ampliamente.

Clay recibió un golpe mortal: la tuberculosis lo venció poco después. También murió Webster en este lapso, inclusive el presidente Taylor -quien se oponía a la esclavitud, pero no tenía fuerza política, falleció durante su mandato. Por cierto, Taylor, seguramente avergonzado del gran robo a México, PRETENDIÓ DEVOLVERLE LO DESPOJADO. Nadie lo secundó. Misteriosamente se contagió de cólera (endémica en el verano en aquellos años) y murió en el cargo. Lo sucedió el vicepresidente Millard Fillmore, quien nombró a Webster Secretario de Estado. Daniel Webster, brutalmente endeudado y alcoholizado, como ya se dijo, también murió.

A Fillmore lo sucedió James Buchanan, uno de los peores ejecutivos de EU y siguió encubándose el huevo de la serpiente secesionista. En diciembre de 1860 Carolina del Sur se separó oficialmente tras de la toma del Fuerte Federal en Sumter y, a continuación, se unieron Texas, Virginia, Arkansas, Tennessee y Carolina del Norte, en enero de 1861 se adhirieron a la secesión Mississippi, Florida, Alabama, Georgia y Louisiana.

La guerra civil se había iniciado. Durante cinco años morirían cientos de miles hombres de uno y otro bando. De esa lucha saldría el imperio, ya sin esclavos, que hoy económicamente controla al mundo entero. Debo decir que hasta 1913 los americanos no eligieron a sus senadores directamente. Los nombraban las legislaturas estatales. Vale.

Y ya seguiremos... Corro... borando (*)

(*) Artículo cortesía del maestro e historiador Morelos Canseco González.

 

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