MEXICO (AP) — Juan Chiu Trujillo tenía 5 años cuando salió de su natal México para visitar la casa de su padre en el sur de China. Cuando regresó tenía 35.
Mientras Chiu vacacionaba con sus padres, su hermano y dos hermanas en la provincia de Cantón, México ingresó en una etapa de xenofobia avivada por el desastre económico de la Gran Depresión y dirigida contra su pequeña y relativamente próspera minoría china. Autoridades respaldadas por turbas acorralaron a los chinos, los presionaron a que vendieran sus negocios los llevaban a la frontera y los obligaban a cruzar a Estados Unidos.
Sin posibilidades de regresar a su casa, hotel y restaurante en la ciudad sureña de Tapachula, la familia Chiu se quedó en China para comenzar una nueva vida.
El padre de Chiu entró a trabajar en la panadería de su hermano y sus hijos comenzaron a aprender chino. Pero su vida fue trastocada nuevamente cuando los japoneses invadieron China, el país padeció la Segunda Guerra Mundial y luego sufrió una guerra civil que ganaron las fuerzas comunistas, las cuales persiguieron a las personas religiosas. En 1941 la familia huyó a Macao, entonces una colonia portuguesa.
Nunca dejaron de soñar con México, y Juan Chiu Trujillo regresó en noviembre de 1960. Volvió con su esposa embarazada, cuatro hijos y otros 300 chino-mexicanos después de que el presidente Adolfo López Mateos, en un intento por mejorar la imagen de México en el mundo, les pagó los gastos del viaje y decretó que se les permitiera vivir legalmente en el país latinoamericano. Al paso del tiempo recibieron la ciudadanía.
Varias decenas de esos chino-mexicanos y sus descendientes decidieron reunirse el sábado en un restaurante chino en la Ciudad de México para celebrar por primera vez el aniversario de su regreso, compartir recuerdos y hacerle un homenaje al finado López Mateos.
Adrián Lay Ruiz recordó a su padre, Ramón Lay Mazo, quien nació en el estado mexicano de Sinaloa, costa del estado del Pacífico y quien efectuó una incansable campaña a favor de la repatriación mientras vivía en Macao.
"El me transmitió el idioma español así como su gran añoranza por volver a México, nuestra patria" dijo Lay con la voz entrecortada por las lágrimas.
Para muchos, la conmemoración abrió una pausa de reflexión sobre su condición de chino-mexicanos. Es una comunidad que se siente hondamente mexicana pero que también ha sido marcada por la persecución a mano de sus compatriotas y todavía padece prejuicios étnicos, pese a que es cada vez más aceptada.
"Yo pensé: 'mis hijos necesitan saber la historia, necesitan saber de dónde venimos, necesitan saber que nos ha costado mucho trabajo estar aquí''', explicó un hijo de Chiu, Ignacio Chiu Chan, un abogado de 46 años.
Chiu Chan abrió una página en Facebook para compartir imágenes de la repatriación que encontró en la colección de fotografías de su padre y recoger las historias de otros chino-mexicanos que fueron traídos de vuelta por López Mateos. Hasta ahora más de 260 personas participan en ese espacio, en el que comparten fotografías y ofrecen relatos familiares.
Chiu Chan, que está casado con una mexicana de ascendencia española e indígena y tiene cuatro hijos, afirmó que pasó apuros con su identidad mientras crecía debido al hostigamiento y que tuvo liarse a golpes varias veces por los insultos.
Era un joven soltero cuando un grupo de personas mayores lo invitó a almorzar en un restaurante del diminuto Barrio Chino en la Ciudad de México. Había tres mujeres jóvenes en la mesa y se le preguntó con cuál le gustaría casarse.
"Yo pensé: ¿De qué están hablando estos cuates (señores)?''', recordó. "Por primera vez me sentí mexicano y me dije: 'Yo no encajo en esto'''.
Grandes cantidades de chinos comenzaron a llegar al norte de México a finales del siglo XIX, atraídos por el trabajo en el tendido de vías férreas y en el cultivo del algodón. El país representaba un lugar seguro en comparación con Estados Unidos, que en 1882 había aprobado la Ley de Exclusión de Chinos para prohibir la inmigración de ese país asiático.
Pero en cuanto comenzaron a llegar enfrentaron el racismo, que se exacerbó durante la Revolución Mexicana, de 1910 a 1917, y después, cuando el país intentaba crearse una identidad nacional que honrara la amalgama de las culturas española e indígena.
Las mexicanas que se casaban con chinos eran consideradas traidoras, y en algunos casos sus familias las repudiaron. Por la Gran Depresión, una cantidad considerable de indigentes mexicanos comenzaron a regresar a su país desde Estados Unidos y el resentimiento por el éxito financiero de los chinos aumentó.
"Aunque había un número pequeño de chinos, su capacidad económica y su posición en la fuerza laboral hacían que fueran una amenaza", consideró Fredy González, un candidato al doctorado en historia por la Universidad de Yale que estudia las repatriaciones.
En el estado norteño de Sonora, colindante con Estados Unidos, se formaron grupos antichinos y miles de ellos fueron llevados a la frontera para obligarlos a cruzarla. Debido a la Ley de Exclusión de Chinos, eran detenidos de inmediato por las autoridades estadounidenses de inmigración y enviados a China.
En 1930, México tenía 18.000 chinos y mexicanos de ascendencia china. Para 1940, había únicamente 4.800, comparó González.
Hoy en día viven al menos 70.000 chinos y chino-mexicanos en el país, de acuerdo con un documento de 2008 de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
En China, la madre mexicana de Chiu Trujillo le hablaba a sus hijos en español y a menudo cantaba piezas de música ranchera con una voz tan alta que era escuchada en buena parte del arroyo donde lavaba la ropa de la familia.
Su madre también le inculcó a sus hijos la devoción a la Virgen de Guadalupe, la patrona de México.
"Rezábamos el rosario en español; ella nos enseñó", recordó Chiu, de 87 años, durante una entrevista en su pequeño departamento en el barrio popular de La Merced en la capital mexicana. Los muros de la vivienda están decorados con imágenes de la Virgen de Guadalupe y de Jesucristo, un par de calendarios chinos y muchas fotografías familiares. "Ella nos decía: 'No se olviden que son católicos y no vayan a perder la religión'''.
Tres años después de que su madre y sus dos hermanas regresaron, Chiu, su esposa china embarazada y sus cuatro hijos pudieron finalmente volver a México en avión.
Luego de trabajar en la tienda de víveres de su hermano en el estado oriental de Veracruz, junto al Golfo de México, decidió mudarse a la capital del país, donde laboró como cocinero hasta que abrió su propia cafetería.
"Tuve oportunidad de preparar a mis hijos. Los hombres todos salieron de la universidad", dijo Chiu. "El grande es contador público, el segundo es químico, el tercero es físico-matemático, y el más chico es músico".
Chiu afirmó que siempre se sintió más mexicano que chino.
"En donde estás tranquilo hallas tu hogar; así siempre pensé yo", afirmó.