Creo que los hijos de inmigrantes tienen una doble responsabilidad: primero, cuidar a sus padres y, segundo, proteger a otros inmigrantes como si fueran sus padres.
Esta ha sido una noble tradición estadounidense por más de dos siglos. Por eso no hay nada más triste y traicionero que querer cerrarle las puertas a los inmigrantes que vienen detrás de nosotros. Pero eso es precisamente lo que están haciendo algunos candidatos presidenciales en Estados Unidos.
Nunca antes habíamos visto a tantos hijos de inmigrantes buscando la Casa Blanca. Eso habla muy bien del país: en una sola generación se puede pasar de hijo de inmigrante a presidente de Estados Unidos.
Estos son los hijos de inmigrantes buscando la presidencia de Estados Unidos: Donald Trump, cuya madre nació en Escocia; Marco Rubio de padre y madre nacidos en Cuba; Ted Cruz, nacido en Canadá, de padre cubano; y el Demócrata, Bernie Sanders, cuyo padre era de Polonia. (Bobby Jindal, cuyos padres nacieron en la India, ya se retiró de la contienda.)
Todos ellos vivieron en carne propia lo que es crecer en una casa con distintos acentos y con al menos un padre o una madre aprendiendo las reglas y costumbres del país adoptivo. Pero lo que más me llama la atención es que, a pesar de tener a tantos hijos de inmigrantes como candidatos presidenciales, esta campaña por la Casa Blanca ha estado marcada por duros ataques contra los inmigrantes. Y los atentados terroristas en París y San Bernardino solo han reforzado los discursos xenofóbicos en Estados Unidos.
Casi todos los candidatos le han llamado alguna vez “ilegales” a los indocumentados, muchos apoyan la idea de extender un muro en la frontera con México, Trump acusó a inmigrantes mexicanos de ser criminales y violadores, y la mayoría de los candidatos Republicanos -en contraste con los tres aspirantes Demócratas- se opone a la idea de un camino a la ciudadanía para los 11 millones de indocumentados.
Es incomprensible, para muchos hispanos, la actitud contra los indocumentados que han tomado los dos candidatos latinos, los senadores cubanoamericanos Marco Rubio y Ted Cruz. Los dos rompieron una costumbre de décadas en que los políticos hispanos a nivel nacional, independientemente de su origen, siempre defendían a los inmigrantes más vulnerables. Vean, por dar unos ejemplos, cómo han defendido a los indocumentados los Demócratas puertorriqueños Luis Gutiérrez y Nydia Velázquez, y los Republicanos cubanoamericanos Ileana Ross-Lehtinen y los hermanos Lincoln y Mario Díaz Balart.
“Nadie de todos los que buscan la Casa Blanca sabe más de inmigración que yo”, dijo con razón Rubio en un reciente discurso en New Hampshire. Por eso sorprende que en su último debate presidencial, Rubio y Cruz se pelearan para ver quien se oponía más a la legalización de indocumentados. En pocas palabras, no quieren darle a los nuevos inmigrantes las mismas oportunidades que tuvieron sus padres.
No, los votantes latinos no votarán por un candidato solo porque es latino. Al contrario, les van a exigir más. Les van a exigir que cuiden de los nuevos inmigrantes de la misma manera en que alguien cuidó de sus padres. Alguien, sin duda, les tendió la mano a sus padres para conseguir un empleo y sus papeles para trabajar. Alguien les enseñó a pronunciar correctamente el inglés. Alguien los invitó a comer.
Yo recuerdo con especial cariño cuando mi director de noticias, Pete Moraga, y su familia me invitaron a su casa para mi primera cena de acción de gracias (Thanksgiving) en Los Angeles. Prácticamente me adoptaron y me instruyeron con paciencia en los rituales estadounidenses y en el lento cocimiento del pavo. ¿Cómo no agradecerle a los Moraga su ayuda cuando yo más la necesitaba? Los inmigrantes nunca olvidamos a los que nos ayudan. Nunca.
Soy un inmigrante, llegué a este país hace 33 años, Estados Unidos ha sido extraordinariamente generoso conmigo y, por lo tanto, argumento y peleo porque los inmigrantes que llegaron después de mí tengan las mismas oportunidades y sean tratados con el mismo respeto que yo recibí. Por eso no entiendo cuando inmigrantes o hijos de inmigrantes atacan a los que llegaron un poco más tarde.
No hay mayor deslealtad con los suyos que cuando los hijos de inmigrantes son malagradecidos y olvidan su origen. Es casi una traición.
Jorge Ramos