Bienvenidos a Miami

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Estamos invadidos. Políticos, sus campañas, periodistas y el circo han aterrizado. Miami será, por unos días, el ombligo de Estados Unidos. Y con razón.

Aquí en la Florida podría definirse, de una vez y por todas, quienes serán los nominados de ambos partidos a la presidencia del país. No es poca cosa.

Desde el 2000 Miami ha cambiado mucho. Esta es una ciudad cada vez más diversa y tolerante. O sea, Miami es el futuro. Los latinos pasamos de ser el 17 por ciento de la población en 1960 a más del 70 por ciento ahora, según las cifras del último censo. No es extraño ver tiendas con letreros que dicen English Spoken Here.

Miami -junto con Los Angeles y Nueva York- está al frente de la revolución demográfica que transforma a Estados Unidos. En el 2055 los blancos (no hispanos) se convertirán en una minoría en este país. Bueno, en Miami hace mucho que lo son. Nos hemos adelantado unas décadas a la historia.

Esto, sin duda, tiene sus ventajas. “Miami es la única ciudad del país donde los hispanos son tratados como ciudadanos de primera clase”, me decía mi buen amigo, Joaquín Blaya, un visionario ejecutivo de la televisión. Tiene razón. Aquí no tenemos que probarle a nadie lo que valemos, las principales estaciones de radios y televisión son en español y nuestros votos cuentan.

Ya nos estamos acostumbrando a definir elecciones. George W. Bush me dijo en una vieja entrevista que los 537 votos con los que ganó la Florida (y la Casa Blanca) en el 2000 -más una pequeña ayuda de la Corte Suprema de Justicia- vinieron posiblemente de votantes cubanoamericanos. En este 2016 existe la misma angustia y ansiedad que a principios de siglo; muchos tenemos la convicción de que el futuro de Estados Unidos está en juego. Hoy la pregunta es Trump o no Trump.

Si Estados Unidos fuera como Miami, Donald Trump jamás podría ganar una elección, ni siquiera como alcalde o miembro del concejo municipal. Ocho de cada 10 hispanos a nivel nacional tienen una imagen negativa de él, según la última encuesta de Univision y el Washington Post. Y sin el apoyo de los hispanos no se pueden ganar elecciones en Miami.

Miami no es una ciudad que apoye muros ni deportaciones masivas. Esta es una ciudad de inclusión; integra, no separa. Aquí venimos de todos lados y lo normal es ser inmigrante. La comunidad cubanoamericana, generosamente, ha ido recibiendo a centroamericanos, colombianos, venezolanos y a cualquiera que huya de la violencia o represión en su país de origen. Alguien, siempre, te ayuda al llegar.

Miami, como todo ser viviente, crece para los lados -la zona metropolitana tiene más de cinco millones de habitantes- y para arriba. “Antes solo teníamos un montón de edificios”, me describió alguna vez el constructor y empresario Jorge Pérez. “Ahora todo tiene un sentido, hay un plan: centros comerciales, oficinas, cultura. Por fin ya no estamos hablando sobre una gran ciudad sino que estamos haciendo una gran ciudad” (incluyendo un museo de arte moderno que lleva su nombre).

Pero hay una tormenta en el horizonte. El verdiazul mar que nos rodea podría ahogarnos. Las playas a las que solía ir tienen cada vez menos arena. Las inundaciones son frecuentes cerca de los restaurantes de Miami Beach y espero con horror la próxima temporada de huracanes. El hermoso canal que hay cerca de casa podría terminar en mi sala. Si no logramos contener el cambio climático, mis hijos y sus hijos tendrán que lidiar con un Miami… bajo el agua.

Pero, para fortuna de nuestros visitantes, eso no pasará en los próximos días. Aquí hace semanas que llegó la primavera. Van a sudar, bailar salsa y tomar café cubano (que los dejará despiertos por días). Dejen sus abrigos en casa, pónganse sus lentes de sol y abran bien los ojos para ver lo que logra una ciudad que extiende sus brazos a los extranjeros y, luego, los hace parte integral de la comunidad. Nuestra comunidad.

Miami es el lugar donde muchos de nosotros construimos nuestra segunda casa y donde obtuvimos esa segunda oportunidad que tanto necesitábamos. Es, en otras palabras, un lugar donde se lucha y donde uno se puede reinventar. Y eso lo saben también los candidatos. Por eso estamos todos aquí.

 

Bienvenidos a Miami.

 

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