La anunciada visita del presidente estadounidense Barack Obama a Cuba los días 21 y 22 de marzo clasifica como una de esas noticias que acapara cintillos y es seguida por millones de personas en muchas partes del mundo.
Y no es para menos, aparte de las nueve décadas transcurridas desde que un mandatario de Estados Unidos visitó por última vez la isla, tienen un peso considerable lo ríspida de las relaciones entre dos países vecinos, separados por sólo 90 millas.
Las intenciones de la nación de norte de comprar a Cuba se pusieron de manifiesto más de una vez, mientras decrecía la influencia española en el caribe. Luego del triunfo de la revolución en 1959 las relaciones entre ambos países se deterioraron con rapidez.
El rompimiento de las relaciones diplomáticas, las medidas de restricción en un intento por asfixiar al pequeño país, el bloqueo comercial, la declaración del carácter socialista de la revolución, la invasión por Playa Girón, el envío de tropas cubanas a África, el derribo de un avión de Cubana con 73 personas, y de las avionetas “Hermanos al rescate” junto a la colocación de bombas en embajadas y hoteles... son unos pocos acontecimientos en un mar de tensiones que el 17 de diciembre del 2014 experimentó un conteo de protección al dejar sentado Obama que “si lo realizado en más de 50 años no dio resultados es preciso cambiar la estrategia”. Contra Fidel Castro se estrellaron las pretensiones de 11 presidentes de Estados Unidos.
La apertura oficial de embajadas en ambos países, las conversaciones, visitas de alto rango, resultan el primer paso de un largo camino en que sin dudas la visita del mandatario estadounidense tendrá un peso capital.
Pero es innegable que mientras millones de personas ven con buenos ojos en los dos países y más allá que Obama vaya a Cuba, también lo es que no faltan quienes critican tal acción, se muestran asombrados, no conciben que eso pueda suceder.
Es preciso respetar el dolor de quienes perdieron familiares en medio de las fricciones por más de medio siglo, o vieron a sus seres queridos, sus amigos, vecinos, conocidos, guardar prisión; no se pide a nadie que olvide ni perdone, sin embargo los dos países a estas alturas del juego no pueden seguir detenidos en el tiempo, viviendo del pasado, cuando éste debe contar, sin dudas, pero es preciso mirar adelante, por las presentes y futuras generaciones.
¿Se reunirá Obama con los disidentes? ¿Tendrá la osadía de visitar a Fidel Castro? ¿Qué aspectos contempla su apretada agenda? Son preguntas que se hacen muchos, y son válidas, aún hay bastante por hacer, no se pueden borrar de golpe y porrazo 50 y tantos años de distanciamiento.
Se anunció ya que antes de Obama estará en la isla John Kerry, secretario de estado, en un intento por perfilar detalles relacionados precisamente con la agenda de trabajo del presidente.
En estos días muchos traen a colación la empolvada anécdota de Castro cuando dijo de manera premonitoria: “Estados Unidos se acercará a dialogar con nosotros cuando tenga un presidente afroamericano y haya un Papa latinoamericano”.