Algunos políticos son de otro mundo

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A Tienen, digamos, una moralidad más flexible que el resto de la humanidad. Cuando haces una promesa, generalmente, das por un hecho que la puedes cumplir.

O que harás todo lo posible por hacerla realidad. En cambio, cuando ciertos políticos hacen una promesa es muy posible que sepan que no la van a cumplir. Pero prometen porque en ese momento les conviene, lo necesitan, se lo creen o ya se acostumbraron a mentir.

El partido Demócrata tiene un problema de credibilidad con los latinos en Estados Unidos: ha prometido tantas veces que va a conseguir una reforma migratoria para legalizar a unos 11 millones de indocumentados que ya no sabemos bien de lo que están hablando. Es como el cuento del lobo con la diferencia de que el lobo -la reforma- nunca llega.

Cuando Joe Biden ganó la presidencia y los Demócratas el control de ambas cámaras del congreso, resucitaron las esperanzas para quienes viven sin documentos en Estados Unidos. Son familias enteras que hacen los trabajos que nadie más quiere, que pagan impuestos y que han realizado labores esenciales durante la pandemia. La mayoría de los estadounidenses (74%) está a favor de legalizarlos, según una encuesta del Centro Pew.

Entonces ¿cuál es el problema? De entrada, que los Republicanos -como un mantra- se oponen en bloque a cualquier proceso de legalización que no incluya una frontera segura. Y eso nunca va a ocurrir. La frontera entre México y Estados Unidos es porosa por naturaleza. En un continente tan desigual, los más pobres siempre van a buscar refugio en el coloso del norte. Más que pretender que se puede parar el flujo migratorio, hay que manejarlo.

Descartados los Republicanos, quedan los Demócratas solitos. Y entre ellos no siempre se ponen de acuerdo. En el gobierno del presidente Biden han empujado por muchas cosas -desde un gigantesco proyecto de infraestructura hasta la protección del derecho al voto- pero migración no aparece en sus prioridades.

Además, hay un problema de números. Con 50 senadores los Demócratas no tienen los votos necesarios (60) para iniciar un debate. Y todo parece atorarse ahí.

En pocas palabras, los Demócratas son muy buenos para prometer pero no para cumplir. Prometen cosas lindas aunque no tengan ni idea de cómo materializarlas después. Biden, por ejemplo, prometió en la campaña que presentaría en el congreso una propuesta migratoria y lo hizo en su primer día como presidente. Pero sin los votos necesarios en el Senado, esa promesa está hueca.

Así, rápidamente pasamos del Plan A -la propuesta de Biden con legalización a millones- a un Plan B -residencia permanente para algunos- y más tarde a un desabrido Plan C -el compromiso de no deportar-. Al final, ninguno de estos planes fue aprobado por la totalidad del congreso. Y nos quedamos en las mismas: con nada.

Los Demócratas tienen un problema de credibilidad. Biden, quien lo ha visto todo, lo sabe. “Quieren que cumplamos”, reconoció en un discurso a finales del año pasado. Nancy Pelosi, la lidereza de la Cámara de Representantes, le propuso al presidente que se usara el eslogan “Los Demócratas Cumplen” en las próximas elecciones al congreso, según reportó The New York Times. El problema no es el eslogan, sino que lo cumplan.

Ante tanta promesa incumplida, no es de extrañar que muchos votantes latinos estén considerando dejar a los Demócratas y votar por el partido Republicano. La mayoría, es cierto, votó por Biden en el 2020. Pero en las elecciones para el congreso en este 2022 los votantes hispanos podrían dividirse exactamente por la mitad, como sugirió una encuesta del Wall Street Journal.

“Los votantes latinos deciden elecciones”, escribió recientemente la analista política, María Cardona, en The Hill. “Los Demócratas deben entender esto o corren el riesgo de perder votantes del grupo minoritario de más rápido crecimiento en el país”. María tiene razón.

Mientras tanto, entre muchos líderes de la comunidad latina, hay una especie de frustración y desencanto con lo que está ocurriendo. Nada se mueve. Cualquier propuesta que beneficie a los inmigrantes latinoamericanos parece estancarse.

“Soy una chillona”, escribió en su cuenta de Twitter, Angélica Salas, directora de CHIRLA, una de las organizaciones hispanas más influyentes del país. “Pero últimamente me he obligado a aguantar las lágrimas. Esto es producto del enojo por el abandono de nuestra gente y por el intento de mantenerla como una clase inferior. Los políticos cantan ‘Sí se puede’ para ser elegidos y luego dicen ‘No se puede’ cuando ya están en sus puestos”.

Los hispanos hemos tenido una larga y complicada relación con los políticos de Estados Unidos. Cuando crecía la ola latina, en los años 70 y 80, bastaba con que un candidato dijera unas palabritas en español para votar por él. Luego vino George W. Bush, quien creía que hablaba español y trataba de comunicarse en castellano, y obtuvo el 44 por ciento del voto latino en el 2004. Más tarde fue la época de las promesas. Barack Obama prometió presentar una reforma migratoria durante su primer año de gobierno, y no lo hizo aunque los Demócratas tenían una supermayoría (60 votos) en el Senado. Y ahora Biden hizo la misma promesa pero sin saber cómo la iba a cumplir.

Esa estrategia está ya muy desgastada. A partir de ahora, no le podemos creer nada a nadie. Si nos hacen una promesa en plena campaña electoral, nuestra primera pregunta debe ser: ¿Y cómo piensas lograrlo?

 

Gritar “Sí se puede” ya no es suficiente.

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