Por Jay REEVES
Durante años antes de la llegada de un tornado, pocos excepto los inmigrantes que trabajan en las plantas avícolas cercanas se aventuraban por los caminos de tierra llenos de baches del "Pequeño México".
La comunidad, cuyo nombre oficial es Kilpatrick, tiene una gran población de residentes latinoamericanos que anteriormente interactuaban muy poco con los nativos blancos de habla inglesa.
Por extraño que parezca fue un tornado, con sus destructivos vientos de 200 kilómetros por hora (125 mph) y furia demoledora de casas, el que empezó a unir a los dos grupos, a pesar de que destruyó buena parte de lo que poseían.
Las personas comenzaron a trabajar juntas limpiando escombros después de la tormenta, sin importar el idioma ni la cultura, y de repente la gente comenzó a llevarse mejor. Jacky Clayton, subjefe de policía de la población de Crossville, que incluye parte de Kilpatrick, no sabe exactamente lo que pasó, pero dice que las cosas parecen menos tensas ahora.
"Tal vez es sólo un poco más de comprensión del amor fraternal", dijo Clayton.
Iván Barrera, originario del estado mexicano de Puebla, de 31 años de edad y propietario de una tienda de abarrotes latinoamericana en la ciudad, dijo que durante gran parte de los siete años que ha vivido allí ha sentido una cierta "neutralidad" entre las comunidades de inmigrantes y los nativos. No animosidad evidente, pero tampoco una conexión significativa.
"Creo que las cosas han mejorado desde la tormenta", dijo en español.
Derribar los muros culturales fue un logro bastante notable en un estado que hace dos años aprobó la ley más dura en el país contra la inmigración, y que ahora se está preparando para los resultados del prolongado debate en Washington sobre la reforma a las leyes federales que regulan la llegada de inmigrantes.
Situada a unos 120 kilómetros (75 millas) al noreste de Birmingham en el condado de DeKalb, Kilpatrick ha atraído a cientos de inmigrantes de México, Guatemala y otros países de América Latina que se trasladaron a la zona rural en la última década para trabajar en plantas procesadoras de pollo.
Se estima que unos 2 mil inmigrantes viven en Kilpatrick. El número exacto es difícil de calcular debido a la transitoriedad de algunos de los trabajadores y el hecho de que muchos llegaron sin permiso legal.
Pero su influencia es inconfundible: más de 60% de los 600 estudiantes de la escuela primaria de Crossville, a la que asisten muchos niños de Kilpatrick por estar ubicada en las inmediaciones de la ciudad, son hispanos, algo inusual en un estado donde sólo 4% de la población es hispana.
Al recorrer la zona no es difícil entender por qué tantas personas lo llaman "Little Mexico" ("Pequeño México") o, alternativamente, "Little Tijuana" ("Pequeña Tijuana"). Letreros en español anuncian de todo, desde tacos a un dólar en el puesto El Taco Unico, ubicado en la carretera, hasta galletas, piñatas y especias en una panadería mexicana en la que hay música latina de fondo. En la calle principal, los clientes entran y salen de la tienda de comestibles de Barrera.
Rosemarie Chávez es una mujer bilingüe nativa de Texas que se mudó a la zona hace unos 16 años, cuando casi no había nadie, y que recientemente ha asumido el papel de enlace entre los inmigrantes y los nativos de Alabama.
Dijo que la población hispana creció rápidamente una vez que los hacendados comenzaron a subdividir las tierras de pastoreo y a vender terrenos y casas móviles a las familias que se mudaban para trabajar en las plantas procesadoras de pollo.
Sin embargo, a medida que el poblado creció, se convirtió en blanco del ánimo antiinmigrante que había empezado a crecer en el sur y otras partes del país. Para los defensores de la estricta ley contra la inmigración aprobada en 2011 por la legislatura dominada por los republicanos de Alabama, Kilpatrick era un excelente ejemplo de la inmigración no regulada, ya que muchos de los trabajadores recién llegados habían entrado a Estados Unidos sin permiso legal.
La nueva ley permite a la policía verificar el estatus migratorio de las personas durante paradas rutinarias del tránsito, y detener a quienes no muestren sus papeles en regla. La legislación también requiere que las escuelas verifiquen el estatus migratorio de los estudiantes.
Muchos hispanos se fueron de Alabama después de que el gobernador Robert Bentley firmó la estricta ley de control de la inmigración. Sin embargo volvieron gradualmente, mientras los tribunales analizaban las disposiciones más estrictas de la ley, y porque los funcionarios relajaron su cumplimiento y la atención del público se desvió a otros asuntos, dijo Chávez.
Sin embargo, su presencia física no se tradujo en asimilación cultural. Los residentes de Kilpatrick rara vez se desviaban del camino a su trabajo en las plantas avícolas y sus vecinos nativos mostraban poco interés en conocerlos.
Sin embargo, todo eso empezó a cambiar el 18 de marzo, el día que dos tornados arrasaron el condado de DeKalb y dañaron 270 viviendas. Un total de 27 casas fueron destruidas, 19 de ellas en Kilpatrick, que fue golpeada por un tornado categoría EF2, dijo Daryl Lester, director adjunto de la Agencia de Manejo de Emergencias del Condado de DeKalb.
Los tornados son considerados significativos cuando son clasificados como EF2 o más arriba.
Estudiantes y voluntarios de iglesias de habla inglesa acompañados de la policía, equipos de rescate y el Departamento de Bomberos llegaron a Kilpatrick en cuestión de horas para ayudar a repartir alimentos, enderezar vehículos volcados, recoger ramas caídas, y rescatar fotos y otros recuerdos preciosos de los escombros de las casas.
En un principio los inmigrantes se asustaron por la presencia de tantos funcionarios con insignias, y algunos huyeron a casas de amigos y familiares en lugar de aprovechar la comida y refugio ofrecidos por las agencias locales, dijo Chávez.
Pero ella y otros ayudaron a informar que las autoridades estaban allí para apoyar a las víctimas del tornado, no para arrestar o deportar a nadie.
Tanto los inmigrantes como los nativos aprendieron valiosas lecciones ese día, y en las semanas siguientes empezaron a trabajar juntos. Y los recién llegados descubrieron que no todo el mundo en el poblado se sentía molesto por su presencia.
"Estábamos ayudando a muchos de los hispanos y ellos estaban ayudando a otras personas", dijo el policía Clayton.
Miguel Gómez, de 24 años, oriundo del estado de Michoacán, México, que trabaja en la panadería Guelaguetza de Kilpatrick desde hace cuatro años, dijo que se sintió un cambio después del tornado, que causó daños menores a la casa rodante donde vive con su esposa, su hijo y su madre.
"Muchos estadounidenses vinieron a ofrecernos ayuda, refugio y alimento", dijo Gómez, en español. "Me sorprendió un poco porque no todo el mundo trata de ayudar a los mexicanos". KILPATRICK, Alabama, EE.UU. (AP)