Proyecto de TV "60 días preso" cambia prejuicios contra criminales

El programa "60 días preso: el experimento" es una de las pruebas más fuertes que ha tenido Zac, el ex marine que ingresó al proyecto para conocer cómo funciona el sistema judicial en Estados Unidos y poder ayudar a mejorarlo.

"Mis razones para ser parte del programa es porque me daba la información que hay en el interior, mucha gente no conoce acerca del cumplimiento de la ley y es la carrera que trato de perseguir, entonces me daba una mejor perspectiva y me ayudaba a tener entendimiento que otras personas no tienen.

"Lo que más me preocupaba saber era cómo es que las drogas llegan al interior y cuáles eran; si los guardias tomaban partido de eso y hacían cosas de las que no se suponía que estuvieran haciendo, y creo que reuní información suficiente sobre ello. Quería ver si estaba preparado para estar encubierto y que la gente no me descubriera", comentó en conferencia telefónica con varios medios de América Latina.

La serie de televisión, que se estrena este martes 2 de agosto por el canal de paga A&E, coloca a siete personas dentro de una cárcel para conocer el día a día de la vida de los internos y son grabados por cien cámaras de seguridad, mientras el grupo de prueba intenta preservar su identidad secreta.

"Lo que realmente aprendí sobre la gente que comete crímenes y regresa continuamente a la cárcel, es que la mayoría son personas con problemas de adicción, ya sea al alcohol o a las drogas.

"La razón por la que volvían no era porque desearan hacer cosas malas, sino porque trataban de seguir su adicción, entonces abrían casas para conseguir dinero o robaban una tienda intentando conseguir drogas, cosas de ese estilo.

"El problema no es necesariamente que la gente quiera hacer cosas malas, en realidad es que se convierten en adictos a algo y la adicción los controla, entonces creo que ese es el principal problema del sistema judicial en estos días", agregó Zac, quien comentó que dentro de la prisión logró hacer algunos amigos y hasta eliminó algunos prejuicios que tenía sobre la gente: "no todas son malas personas, algunos sólo se han equivocado".

Refirió que si de comparar se trata, ser parte de una operación militar es cien veces más duro, pues uno tiene que estar al pendiente de su supervivencia; en cambio, la cárcel es una zona de seguridad donde se tiene techo y comida.

"Estar en el núcleo de la marina e ir a una guerra es cien veces más duro que ir a la cárcel, creo que no hay comparación, incluso el entrenamiento militar era más duro que estar en la cárcel, en ese espacio cuando te estás capacitando es más complicada la jornada que estar tras las rejas, donde tienes más tiempo libre.

"La mayoría del tiempo que estuve en prisión estuve sentado viendo televisión, o haciendo lo que quisiera, eso jamás sucedió en la milicia, cuando estaba ahí te decían qué hacer, cuándo hacerlo cada segundo del día. Cuando estás en una guerra no sabes cuándo te van a necesitar".

Recordó que hubo una ocasión en la que tuvo que aprender a obtener agua por sus propios medios durante los dos meses que duró la operación militar, por lo que estar en la cárcel no parecía tan complicado.

"Al estar en una operación donde tienes que llevar tus alimentos donde andes, porque tienes que intentar sobrevivir al día siguiente, en la cárcel eso jamás sucedía, ahí tienes tus tres alimentos al día, tienes un lugar dónde dormir cada noche y tienes agua".

Él no estaba realmente asustado, pero lo que sí extrañaba era a su familia, sobre todo lamentaba perderse los momentos más importantes en el desarrollo de su bebé, quien apenas tenía seis días de nacido cuando ingresó a prisión.

Mencionó que hubo un momento en el que temió que su identidad fuera descubierta y tuviera que abandonar por esta razón el experimento de manera prematura.

"El día que fui llamado a la corte era algo para lo que no me había preparado, porque era algo que no se suponía que debía de pasar, no era algo de lo que nos hubieran prevenido".

Zac sintió que había oficiales con poca preparación y que muchos eran mezquinos y groseros. Señaló que el sistema de justicia tiene aún muchos problemas y quería contribuir a construir un programa para ayudar a resolverlos.

"Descubrí que muchos de los oficiales de la correccional necesitaban más entrenamiento, no estaban capacitados tanto como debían estarlo o tal vez olvidaron gran parte de ese entrenamiento".

Pese a todo, retiró sus prejuicios de que los presos son la escoria de la sociedad y descubrió que hay gente que vale la pena conocer y tratar.

"Hice varios amigos, en realidad sigo en contacto con algunos de los chicos que estaban conmigo e intento ayudarles a reducir esta transición.

"En verdad hay gente que está intentando hacer sus vidas de nuevo genuinamente y superar sus adicciones; fui aceptado por la mayoría de los internos, creo porque nunca me sentí intimidado, ni mostré miedo y ellos respondían a eso", concluyó. México (NOTIMEX)

 

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