Papa pide a obispos hacer examen de conciencia

Por Marco SIBAJA y Vivian SEQUERA

Con tres millones de personas en una de sus más famosas playas, Río de Janeiro se rindió a los pies del papa Francisco, quien al culminar su primera gira como pontífice en la región que lo vio nacer dejó instrucciones claras sobre lo que quiere: jóvenes misioneros en la calle, obispos que trabajen de cerca con la gente y una renovación interna de la Iglesia.

Francisco, quien ha mostrado claras diferencias con sus predecesores, en primer lugar por ser el primer latinoamericano a llegar al trono de Pedro, encabezó una misa dominical en la playa de Copacabana que marcó el cierre de XXVIII Jornada Mundial de la Juventud. La cantidad de asistentes fue la segunda mayor desde la Jornada de Filipinas en 1995, donde se calcula asistieron cinco millones, según datos del Vaticano.

Varios dignatarios, entre ellos el vicepresidente brasileño, Michel Temer, fueron al Aeropuerto Internacional Antonio Carlos Jobim de Río de Janeiro para despedir al pontífice.

"En este momento comienzo a sentir un inicio de saudade. Saudade de Brasil, este pueblo tan grande y de gran corazón. Saudade de la sonrisa abierta y sincera que he visto en tantas personas", expresó en su mensaje de despedida.

"El papa se va, les dice 'hasta pronto', un 'pronto' ya muy nostálgico, saudoso, y les pide por favor que no se olviden de rezar por él. El papa necesita la oración de todos ustedes", expresó.

Francisco, nacido en Argentina, habló en la jornada claro y alto a su feligresía, a los jóvenes y a los obispos congregados en la Conferencia Episcopal Latinoamericana, exhortándolos a no tener miedo y salir a la calle como misioneros y verdaderos servidores.
Uno de los focos de su papado ha sido precisamente que la Iglesia ha perdido fieles porque luce anticuada e incluso no logra llegar a la gente con un mensaje sencillo.

El santo padre no hizo sus señalamientos por casualidad. Después de todo se encuentra en la zona con mayor número de católicos: América Latina, con 40% de los 1.200 millones que hay en el mundo, y en Brasil, que cuenta con mayor cantidad de fieles, al menos unos 120 millones de personas.

"Vayan sin miedo para servir", llamó el pontífice a los jóvenes al hablar en la homilía de la multitudinaria misa final de la Jornada. Jesucristo, la Iglesia y "el papa cuentan con ustedes" en esa misión, añadió, arrancando vivas de entre la multitud.

Más tarde, el papa indicó cómo debería ser el trabajo de los obispos, y ante un silencioso auditorio aseguró que el "obispo debe conducir, que no es lo mismo que mandonear".

Los obispos "deben amar la pobreza... hombres que no tengan psicología de príncipes. Hombres que no sean ambiciosos", les dijo.
Expresó en forma contundente que el lugar del obispo para estar con su pueblo es triple: "O adelante para indicar el camino, o en medio para mantenerlo unido y neutralizar los desbandes, o detrás para evitar que alguno se quede rezagado, pero también, y fundamentalmente, porque el rebaño mismo también tiene su propio olfato para encontrar nuevos caminos".

Al final "disculpen cualquier zafada (atrevimiento)... (pero) tenía que hablar de obispo a obispo", terminó el santo padre, quien a lo largo de la Jornada iniciada el 22 de julio ha machacado sobre la necesidad de que la Iglesia salga a la calle, cuente con los más jóvenes, pero también con los ancianos.

El vocero del Vaticano, el padre Federico Lombardi, dijo que en medio de su intensa agenda en Brasil, el pontífice estaba en perfecto estado de salud y no muestra señales de fatiga en medio de condiciones meteorológicas marcadas por la lluvia y el frío. El papa está "en forma increíble... su salud es perfecta".

El balance de la jornada es positivo, dijo Lombardi, porque muestra "la vitalidad de la Iglesia que puede atraer a muchos jóvenes" y "el consenso es que más de tres millones de personas estuvieron en Copacabana" y en las calles adyacentes.

"Es la experiencia de ver al Papa aún más espontánea y en su casa, en su contexto", añadió el vocero. Es algo diferente a "verlo en la Plaza de San Pedro, donde tiene muchas expresiones con el pueblo, pero aquí es algo más, es sentirlo por una semana expresarse en su lengua y tener con gran espontaneidad de relacionarse", admitió Lombardi.

Las cifras claramente abrumaron los servicios públicos de la zona: el olor a basura y desechos humanos permeaba el húmedo aire de Río, y la playa y la adyacente Avenida Atlántica parecían un campamento de refugiados improvisado en medio de una de las ciudades más hermosas del mundo. Las famosas aceras de mosaicos de Copacabana estaban llenas de pedazos de cartón, botellas de agua vacías y envoltorios de alimentos mientras los empleados municipales trataban de restaurar el orden.

"Uno pensaría que al menos echaran los desechos en los botes de basura", dijo Jose da Silva, un agricultor retirado de 75 años que complementa sus magros ingresos recogiendo latas vacías para reciclarlas. "También me sorprende mucho que personas que se dicen cristianas desperdicien toda esta comida".

Pero incluso así, el entusiasmo de los presentes fue evidente.

"¡Franciscoooo, Franciscoooo!" se oyó gritar a la compacta multitud a lo largo del recorrido de más de cuatro kilómetros de la vía que bordea la famosa playa y que ha sido escenario en el pasado de famosas bandas de rock y eventos deportivos.

Con su participación en la Jornada, Francisco, elegido en marzo, regresó al continente que lo vio nacer y cumplió su primer viaje internacional como pontífice.

En la misa dominical también estuvo una de sus compatriotas, la presidenta de Argentina, Cristina Fernández. Cerca de la tarima, a Fernández la acompañaron la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, el presidente de Bolivia, Evo Morales, y el de Surinam, Desiré Bouterse.

El Papa regaló a la presidenta argentina un par de pequeños zapatos para su primer nieto, nacido en julio, dijo Lombardi, el vocero del Vaticano.

Difundir el evangelio "es llevar la fuerza de Dios para arrancar y arrasar el mal y la violencia, para destruir y demoler las barreras del egoísmo, la intolerancia y el odio", dijo Francisco ante la imponente masa de feligreses agolpada para la misa en la playa de Copacabana y en la vía que la bordea.

En la vigilia previa a la misa, Francisco volvió a recordarles ese mensaje a los jóvenes: "No se olviden... ustedes son el campo de fe. Ustedes son los atletas de Cristo. Ustedes son los constructores de una Iglesia bella y de un mundo mejor".

El Papa anunció que la próxima Jornada Mundial de la Juventud se realizará en Cracovia, Polonia, en 2016.

La Jornada de Río de Janeiro congregó a cientos de miles de jóvenes peregrinos de todas partes del mundo, especialmente de América Latina. La de Madrid en 2011 logró la participación de un millón de jóvenes, según información del Vaticano. Las Jornadas de la Juventud fueron establecidas en 1986 por el extinto papa Juan Pablo II y desde entonces se han realizado cada dos o tres años.

Lombardi indicó que en la explanada donde se iba a realizar la misa —en la localidad Guaratiba, al oeste de Río— se construirán 20 mil viviendas para personas pobres, informó el alcalde Eduardo Paes al propio pontífice en una reunión.

En esa reunión el Papa comentó al alcalde que, tal como Paes lo había anticipado, él hizo lo que quiso en Rio y se desplazó a distintos sitios, desde una favela a un hospital donde también tratan adictos a las drogas, y estrechó las manos y abrazó a infinidad de personas al bajar de forma imprevista de su papamóvil en medio de la multitud.

A su llegada a la misa, Francisco se detuvo al menos en nueve ocasiones en ese recorrido por la Avenida Atlántica, la vía paralela al mar, desde una base castrense donde aterrizó en helicóptero para de inmediato abordar su papamóvil y reunirse con la gente que le aguardaba.

El pontífice arribó, luego de más de media hora de recorrido, a la tarima principal y en el trayecto besó desde niños hasta enfermos y ancianos que eran alzados, a veces en sillas de rueda, por los escoltas del Vaticano, para acercarlos al santo padre.

Bebió por unos segundos el mate que le acercó una feligresa y consiguió atrapar en el aire camisetas deportivas y banderas de Brasil que le lanzaban algunos peregrinos a su paso. RIO DE JANEIRO (AP)

 

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