Por Jorge SAINZ
Juan Carlos de Borbón, el rey que condujo España de la dictadura a la democracia, anunció el lunes 2 la abdicación en su hijo Felipe de Borbón, en un inesperado relevo que pretende inyectar aire fresco a los desafíos que enfrenta el país.
El histórico anuncio, que pone fin a 39 años de reinado, lo realizó el presidente del gobierno Mariano Rajoy. Horas después, Juan Carlos, de 76 años, dijo que cede el testigo a una nueva generación y desvinculó la abdicación de cualquier problema político o de salud.
“Hoy merece pasar a la primera línea una generación más joven, con nuevas energías, decidida a emprender con determinación las transformaciones y reformas que la coyuntura actual está demandando”, dijo el rey en un breve mensaje televisado a la nación.
“Mi hijo Felipe, heredero de la corona, encarna la estabilidad”, añadió.
Felipe, de 46 años y todavía príncipe de Asturias, será el próximo monarca y reinará como Felipe VI junto a su esposa Letizia Ortiz.
Juan Carlos destacó la “madurez y la preparación” de su hijo e insistió en la necesidad de emprender reformas que permitan “abrir una nueva etapa de esperanza”. Mensajes de cambio que, según algunos analistas, responden a los desafíos que la crisis económica ha abierto en España, donde gran parte de la sociedad entiende que el modelo constitucional surgido tras la muerte de Francisco Franco en 1975 está agotado.
España está obligada a cambiar su constitución, que todavía prima al varón sobre la mujer en la línea de sucesión al trono, para garantizar que la hija mayor de Felipe, la infanta Leonor, sea heredera. Y no se descarta que esa excusa permita un debate más amplio para abordar cuestiones tan críticas como el referendo independentista catalán y el nacionalismo vasco, como pide el opositor Partido Socialista desde hace meses.
“La abdicación favorece el debate sobre la posible reforma de la constitución. Pero no creo que se produzca a corto plazo”, señaló Antonio Barroso, analista de riesgos de la firma Teneo Intelligence en Londres. “Los grandes partidos podrían acordar un nuevo encaje de Cataluña en España, pero a largo plazo”, agregó.
Artur Mas, presidente del gobierno catalán, aseguró que la consulta del 9 de noviembre se mantiene, pese a que el gobierno ha dicho en reiteradas ocasiones que no se celebrará.
“Hay cambio de rey en España, pero el proceso (catalán) sigue adelante. En eso no hay cambios”, dijo Mas. “El 9 de noviembre tenemos una cita con nuestro futuro”.
Rajoy convocó un Consejo de Ministros extraordinario el martes 3 para abordar una sucesión inédita en la historia de España. La constitución establece que el Parlamento es el encargado de proclamar al nuevo rey. El jefe del gobierno espera que el proceso culmine en un “plazo breve”, probablemente antes de final de mes, y afirmó que Felipe es “sólida garantía de que su desempeño como jefe de Estado estará a la altura de las expectativas”.
“Estoy seguro de que los españoles sabremos escribir una nueva página de nuestra historia, con clima sereno, con tranquilidad y agradecimiento a la figura de su majestad del rey”, dijo Rajoy.
Juan Carlos entregó a Rajoy una carta de apenas cuatro líneas en la que formalizaba su renuncia. La imagen del monarca firmando el documento en su despacho del Palacio de la Zarzuela fue distribuida por la Casa Real para inmortalizar el momento.
La abdicación se produce en un momento especialmente delicado para España y también para la monarquía, afectada por el escándalo de corrupción que salpica a la hija del rey, la infanta Cristina.
La incipiente recuperación que vive el país, todavía golpeado por un desempleo cercano al 26%, no ha conseguido aliviar el desprestigio que sufren las instituciones, mientras la propia unidad de España parece en riesgo con el separatismo catalán.
Todos los partidos políticos saludaron la figura del rey y elogiaron su papel histórico como instaurador de la democracia y de un largo periodo de prosperidad sin guerras civiles, como la que desangró el país entre 1936 y 1939.
Sin embargo, algunas formaciones de izquierda pidieron un referendo sobre la continuidad de la monarquía. Y varias organizaciones convocaron concentraciones a favor de una república en la mayoría de las capitales del país.
Juan Carlos es una persona carismática. La sociedad todavía le agradece la forma en la que lideró la transición a la democracia tras la muerte del general Francisco Franco en 1975 y su papel en defensa del Estado tras la intentona militar golpista del 23 de febrero de 1981.
Sin embargo, su popularidad se ha resentido en los últimos años. Según una encuesta reciente del diario El Mundo, el índice de aprobación del monarca se situaba en 41%, mientras que el de Felipe alcanzaba 70%.
La imagen de Juan Carlos se vio afectada primero con la rotura de su cadera en un polémico safari para cazar elefantes en África en 2012, que le obligó a pedir perdón públicamente. Pero lo que más daño hizo fue la imputación de su hija la infanta Cristina y su esposo Iñaki Urdangarín por presuntos delitos de malversación de fondos públicos.
Paralelamente, la salud tampoco ayudó. El rey camina con muletas desde que hace cinco años inició un calvario de operaciones, fundamentalmente en las rodillas y las caderas.
La aprobación de la monarquía se encuentra en el nivel más bajo de su historia reciente. Sobre todo entre los menores de 34 años que no vivieron la convulsa transición. Los españoles dan a la corona una nota de 3,68 sobre 10, según el último dato del público Centro de Investigaciones Sociológicas de mayo del año pasado.
Juan Carlos dijo recientemente que le gustaría ser recordado como “el rey que ha unido a todos los españoles” y que “ha traído la democracia”.
La renuncia al trono sigue la senda de otras monarquías europeas, incluso también de otra institución como el papado. El rey Alberto de Bélgica y la reina Beatriz de Holanda abdicaron en sus hijos el año pasado. Los procesos culminaron satisfactoriamente, al igual que en la Iglesia Católica, con la salida de Benedicto XVI y la posterior elección de Francisco. MADRID (AP)