Por Márcia Bizzotto. Corresponsal
Bruselas, 22 Abr (Notimex).- El joven sargento Paul-Henri nunca olvidará el olor a carne y ceniza que se mezclaba en el aire del aeropuerto internacional Zaventem de Bruselas la mañana del 22 de marzo, minutos después de que estallaron dos bombas.
Esa mañana del 22 de marzo, dos bombas fueron estalladas en el aeropuerto de Bruselas, mientras que otra fue accionada en la estación Maelbeek del metro de la capital belga, que en conjunto dejaron 32 personas muertas y al menos 230 heridos.
“Había mucho humo, un humo gris, y ese olor acre a sangre, a carne humana quemada. Era un caos. Parte del techo se estaba cayendo, una tubería se había roto y chorreaba agua. La gente gritaba, corría en pánico”, recuerda en entrevista con Notimex.
El militar, de 29 años de edad, efectuaba la ronda cotidiana próximo a las escaleras del área de llegadas cuando oyó “no una bomba, sino un ruido sordo”, en el andador superior, donde se sitúa la zona de registros, y lo atribuyó a las obras realizadas en parte del edificio.
Era su primera semana integrando el equipo de 28 efectivos movilizados para reforzar la seguridad del aeropuerto desde los atentados del 13 de noviembre en París.
Segundos después, cuando oyó el segundo estallido, más cerca, no tuvo dudas de que se trataba de un ataque terrorista con bombas.
“Con mi colega, subimos inmediatamente las escaleras y entonces nos dimos cuenta de la dimensión de la tragedia. Había mucha gente mutilada, que no podía moverse. Nos echamos sobre los heridos y empezamos a hacer torniquetes”, relata.
Ante el miedo de que hubiera una tercera bomba -lo que se confirmaría más tarde, aunque ésta no estalló-, la prioridad era también ayudar a los supervivientes a salir del edificio.
“Levante a una azafata que estaba cubierta de polvo, con la blusa desgarrada, y vi cómo su zapato se deshizo, se convirtió en cenizas. Su pie estaba intacto. Fue impresionante”, dijo.
Un mes después de los hechos, las imágenes del aeropuerto, que describe como “apocalípticas”, le siguen pareciendo “irreales”, pese a su experiencia como combatiente en Kosovo, donde pasó dos temporadas de seis y dos meses, y en Afganistán, donde estuvo desplegado por cuatro meses.
“Hace más daño pensar que ha sido en mi país. Es irreal. Uno está preparado, está formado para una situación de ese tipo. Pero, aún así, es una sorpresa cuando ocurre”, afirma Paul-Henri.
Hablar de lo que vivió ese día le ha ayudado a superar el trauma y el primer sargento intenta ahora sacar lecciones positivas de la experiencia que, a su juicio, le ha cambiado como persona.
“Creo que lo que he visto me ha hecho más fuerte. He ganado confianza y hora soy más vigilante con todo lo que pasa a mi alrededor”, dijo al hablar del doble atentado en Bruselas, cuya autoria fue reivindicada por la organización yihadista Estado Islámico (EI).