Por Francisco CORRO
Me habló desde Las Vegas mi hija Annabelle, uno de los recuerdos que dejé por allá, y me dijo que mi querido e inolvidable amigo Francisco, asistente, fotógrafo y anexas, le pidió que escribiera yo algo sobre el 50 Aniversario del Caesars Palace, lo cual no hizo más que remover las fibras más recónditas a quienes nos quedan más ayeres que mañanas que recordar.
Siempre le causó mucha risa y sorpresa a Francisco saber que cuando llegamos a LV sólo había un semáforo en el “Strip”, y se encontraba en la esquina de San Francisco, ahora Sahara y Las Vegas Blvd, en donde se encontraba a un lado el Rancho Vegas, víctima de las llamas y del otro el ya también fallecido Hotel Sahara.
El que esto escribe llegó del Beverly Hilton, bajo un contrato de seis meses, obtenido por el Maitre Joaquín Noriega de Major Riddle, con libro de capitán y un vasto equipo de franceses e italianos para abrir el Sultan´s Table, cuando el Hotel Dunes, ahora Bellaggio, era de uno o dos pisos y su anuncio era un gran Sultán que adornaba el frente del hotel, manejado su show por Minsky y sus encueratrices con escote hasta el ombligo, que tenían incluso que compartir la copa con los clientes del casino, entonces sólo de”high rolleres” o sea mafiosos de billete grande, que eran traídos dos veces por semana en un avión DC-6 propiedad del hotel con un Sultán pintado en su fuselaje, el cual aprovechábamos para ir en nuestro día libre, ya que laborábamos seis días, pues el Sultan´s Table fue un éxito instantáneo, a pesar de que cuando estaba en construcción se burlaban de nosotros, pues decían los locales que Las Vegas era solo para “buffets” pues a los jugadores les urgía volver a las mesas de juego. Gran chasco se llevaron, pues después todos los casinos abrieron sus restaurantes “gourmet”, sólo para “high rolleres” y las bellas “show girls” de los diferentes espectáculos, como el Lido o el Follies Berger, que invitaban a cenar.
EL CAESARS PALACE
Bueno, de lo anterior hemos escrito 50 mil veces. Pero del Caesars nunca, y sin embargo nos trae recuerdos inolvidables. Primeramente recordamos cuando Mr. Gottlieb, supuesto dueño o casi dueño del Dunes, nos decía burlonamente cuando el Caesars estaba en construcción... “déjelos que lo construyan, pues luego será nuestro”, pues en primer lugar su terreno está rentado a los mormones, y en segundo lugar LV ya está muy saturada de casinos, pues ya existían: el Hacienda (ahora Mandalay), el Tropicana, el Dunes en competencia con el Sands, en donde actuaba nada menos que Frank Sinatra y su clan; el Flamingo original, pues ninguno tenía torres. Todos eran chaparros.
Frente al Dunes había un motel, ahora el Bally Ho, pero antes el MGM. En donde está ahora, otro casino delgadito cuyo nombre no recordamos era donde vivíamos los Violines de Villafontana y nosotros, antes de que cada quien se acomodara, pues los Violines traían un contrato por seis meses y duraron 20 y tantos años en el Dunes; después del Flamingo estaba el Old Frontier, luego Frontier, enfrente el Desert Inn. Enseguida el Stardust, en medio el Silver Slipper y finalmente el Riviera y el Sahara, en donde estaba el único semáforo.
Del lado Oeste estaba solo la vía del tren y desierto puro. Más gran chasco que nos llevamos todos cuando abrió el lujoso Caesars Palace y fue un éxito instantáneo. Todo de mármol, con sus hermosas fuentes al frente y según decían el candelabro más grande del mundo cubriendo su ameno y pequeño casino y mesas de Bacarat, en donde servían las cockteleras más bellas del mundo vestidas con un sugestivo atuendo romano y en su testa bellas colas de caballo. Algunas ahora ya son abuelas y de piernas arrugadas, pero siguen ahí, protegidas por la “señoría” que otorga la Unión Culinaria.
El Caesars abrió con dos imponentes restaurantes dirigidos por Mr. Nat Hart, amigo de la misma época de Noriega, cuando los Maitres, eran los que dirigían los hoteles de lujo + el Circus Maximum como Show Room. En el Baccannal le servían ricas viandas y estas bellas madonas le servían al cliente vino hasta morir en romanescas copas de plata.
Le tocó abrir el Baccanal, hasta su cierre, a mi amigo y compadre del alma Salvador Domenech, con quien más tarde abrimos el Caesars Palace en Atlantic City, al mismo tiempo que el odioso Donald Trump fracasaba en su Trump Tower. Pero esa es otra historia, y volviendo a LV, en el segundo piso, junto al Baccanal, había un lujoso lounge con un conocido pianista y en donde con mi esposa nos pasábamos grandes veladas escuchando el fabuloso piano y bebiendo vino. En el mismo piso estaba el otro restaurante de 5 estrellas, el Palace Court.
Años más tarde, cómo no recordar cuando ya actuaba Frank Sinatra en el Caesars y decíamos: “Hay artistas que llenan los teatros, pero Sinatra llena la ciudad”, pues cuando él actuaba el pueblo se llenaba y había que tener mucho “juice” (influencias) y en la mano por lo menos un billete de $100 Dls. de aquella época para darle al capitán a cambio de una buena mesa. (El menú normal costaba $17.50 incluida la cena con Prime Rib en todos los otros teatros). Finalmente, cómo no recordar a Joe Louis, quien murió sirviendo de “host”, para algunos de nosotros el mejor campeón de todos los tiempos, (con respeto a Muhammad Ali) pues Joe Louis defendió su corona una vez al mes, durante 12 años y sólo ganó $4 millones, terminando su vida como objeto de exhibición.
Como colofón, cómo olvidar cuando el Caesars tenía en la parte de atrás una arena de box en la que actuaron el gran Julio César Chávez, ‘Sugar’ Leonard, Roberto Durán; Oscar de la Hoya y el inolvidable Salvador Sánchez que muriera trágicamente al chocar su auto.
Y qué decir de los Torneos de Copa Davis y hasta alguna vez las carreras de Fórmula Uno. Toda una historia... Pero como el espacio se nos terminó, ya en otra ocasión seguiremos rememorando...
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