“¿Dónde está el baño en el que se escondió Peña Nieto?” le pregunté a un grupo de estudiantes al llegar a la Universidad Iberoamericana en la ciudad de México. Todos sabían a qué me refería.
Un par de dedos índices me apuntaron en la dirección correcta. Entré al baño como antropólogo, buscando señales de otras épocas y simbolismos perdidos. Pero solo encontré unos urinales limpios y unos lavabos que relucían. Hice lo que tenía que hacer y luego me le quedé viendo al espejo.
Hacía 34 años que no regresaba a la universidad. Pero fue ahí donde me gradué en 1982. Bueno, no exactamente ahí. La universidad donde estudié se cayó durante el terremoto de 1979 y llegué a unas nuevas y ultramodernas instalaciones en otra parte de la ciudad. La Iberoamericana me preparó bien para cuestionarlo todo y su lema –La Verdad Nos Hará Libres- es un monumento (y un gran reto) para cualquier estudiante de periodismo.
Regresé a la Ibero para presentar mi nuevo libro -Sin Miedo; Lecciones De Rebeldes y Poderosos (y perdón por el comercial). Pero no me pude resistir a preguntarle a maestros y estudiantes sobre un hecho fundamental para entender el tipo de presidente que tiene México.
Hay gestos que delatan. Cuando Enrique Peña Nieto era candidato a la presidencia por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), fue a dar un discurso al auditorio de la universidad Iberoamericana en mayo del 2012, un par de meses antes de unas polémicas elecciones. Tras su discurso varios estudiantes comenzaron a protestar, con gritos y pancartas, y el asustado candidato –en lugar de iniciar un diálogo con jóvenes cómo él- salió con su equipo de seguridad y se fue a esconder a un baño.
El entonces presidente de PRI dijo, falsamente, que las protestas habían sido realizadas por “un grupo entrenado”, no por estudiantes del plantel. Mentía. Ciento treinta y uno de los manifestantes respondieron en las redes sociales mostrando sus credenciales de la Ibero y, poco después, surgió el movimiento Yo Soy 132 (en apoyo a esos estudiantes y con una agenda cívica).
Muchos mexicanos no supieron interpretar antes de las elecciones lo que había ocurrido en ese baño. Pero estaban frente a un político que, en lugar de enfrentar los problemas, se escondía. Y así ha sido también su presidencia. Cuatro ejemplos:
1) Ante las denuncias de corrupción por la Casa Blanca mexicana –que su esposa le compró por siete millones de dólares a un contratista gubernamental- Peña Nieto dejó que Angélica Rivera hablara en un video casero. Él no dio la cara. Y luego puso a un colaborador -Virgilio Andrade- a defenderlo.
2) Ante la desaparición de 43 jóvenes de Ayotzinapa, el presidente se tardó 10 días en hablar públicamente del asunto, un mes en recibir a los familiares de las víctimas y aún no ha ido al lugar de los hechos. Un año y medio después, Peña Nieto no tiene respuestas creíbles. Pero se resiste a que investigadores internacionales se encarguen del caso.
3) Ante los ataques violentos y racistas de Donald Trump contra los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos, Peña Nieto se tardó 265 días en responderle. Fue una respuesta tardía y totalmente inefectiva. Trump sigue burlándose del gobierno mexicano en sus discursos.
4) Y ante los 52 mil muertos (homicidios dolosos) en los primeros tres años de su gobierno, la política oficial es ignorar el asunto. Peña Nieto no habla de eso. Sin embargo, su sexenio podría convertirse en el más violento en la historia moderna de México. La impunidad, los ataques a periodistas y las violaciones a los derechos humanos son una constante. Un nuevo video en redes sociales muestra cómo dos soldados y un policía federal torturan a una mujer.
La verdad es que Peña Nieto es un presidente que se ha resistido a una seria rendición de cuentas. Desde que llegó al poder no ha dado una sola conferencia de prensa. Le teme a las preguntas o, quizás, se quedó sin respuestas.
Los mexicanos ya se cansaron de un presidente que se desaparece y se lo están cobrando. Los memes en las redes sociales son brutales. Y el 66 por ciento de los mexicanos tiene una opinión negativa de su gobierno, según una encuesta del diario Reforma. Es el nivel más bajo de su mandato.
Estoy muy orgulloso de los estudiantes de mi universidad. Vieron lo que otros mexicanos no pudieron ver. Y hoy esa actitud vigilante, inteligente e inquisitiva sigue presente.
Antes de salir del baño de la Ibero, me le quedé viendo al espejo, grande, que no perdona. Ahí, pensé, quedó reflejado el miedo del candidato que se quiso esconder. Hay personas que nunca cambian. Hay imágenes que nunca se borran.