Una misa de cuerpo presente se ofició el pasado viernes 31 de julio en la iglesia Santa Ana en memoria de la niña Stephanie Martínez (4 de enero de 2012-18 de julio de 2015), ante la presencia de sus padres, familiares, amigos y personas de la comunidad que se acercaron para dar el último adiós a la pequeña, quien perdió la vida víctima de un trágico accidente en Anaheim, California, al caer del balcón de un quinto piso del hotel Ebassy Suites, adonde había ido de vacaciones con sus padres y familiares.
El Señor es mi Pastor, nada me faltará, junto a agua de reposo me pastoreará, leyó el padre Gregorio León, quien pidió a los padres no desesperarse; la niña no está muerta, apuntó el clérigo, está dormida, pues la muerte es un dormir. Ahora ella está con Dios todo el tiempo, porque era una niña perfecta, sin los vicios y hábitos que adquirimos a lo largo de la vida. Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.
La muerte es así, reflexionó León ante un centenar de personas, llega sin avisar, sin que sepamos cuándo, dónde, a qué hora se va a presentar, y debemos estar preparados, acercarnos a Dios, a su palabra, cumplir sus mandatos, dar amor, eso es lo realmente prioritario.
Luego agradeció la presencia de amigos que asistieron a la misa, y dijo, ustedes son verdaderos amigos, los que demuestran su amistad en las buenas y las malas; los que están junto al que vive momentos de angustia, de dolor.
Tras preguntar por los padres, se interesó por saber si tienen otros hijos, y se dirigió a ellos directamente: este es un momento duro, difícil, significó, pero también propicio para recordar que Jesús murió por nosotros; Dios nos ha dado todo lo que tenemos, entonces debemos reconocer que los hijos son de Dios. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida.
Mirando al pequeño féretro forrado con tela blanca, prosiguió: con cada uno de los hijos tenemos una gran responsabilidad, de velar por ellos, alimentarlos, criarlos, educarlos, formarlos en el amor a Dios y al prójimo. Aunque ande en valle de sombra de muerte no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo.
Solo debemos recordarla como era, recordarla con mucho cariño, porque reitero, ella era perfecta, sentenció. Y en la casa de Jehová moraré por largos días.