No hay nada que asuste más al presidente de México, Enrique Peña Nieto, y a su gabinete, que saber que la periodista Carmen Aristegui los está investigando.
Primero, porque seguro va a destapar otro escándalo, otra injusticia, otro acto de corrupción. Y, segundo, porque es incorruptible; ella dice lo que hay que decir.
Hay muchos “periodistas” en México que, en realidad, son la voz del gobierno. No lo cuestionan, son amigos de los funcionarios -comen con ellos y van a sus fiestas- y son cómplices del presidente. Estar cerca del poder, supongo, tiene sus beneficios. Pero Carmen no está cerca del poder. Más bien, lo enfrenta.
Ella y su equipo de Aristegui Noticias descubrieron a finales del año pasado que la esposa del presidente, Angélica Rivera, había recibido un financiamiento de un contratista del gobierno -Higa- para comprar una casa en Las Lomas valorada en siete millones de dólares. Le llaman la “Casa Blanca” mexicana. Ese contratista actualmente recibe contratos multimillonarios del gobierno de Peña Nieto.
¿Hubo casa por favores? Imposible comprobarlo. Pero el conflicto de interés es patente y grosero. Lo irónico es que no fue el presidente de México quien perdió su puesto -como hubiera ocurrido en otros países- sino Carmen y los periodistas que denunciaron ese acto de corrupción.
“Todo conduce a la Casa Blanca”, me dijo Carmen en una entrevista. “Mostró una circunstancia que no han podido explicar. La explicación dada por la primera dama de México no resulta suficiente ni convincente. Esa casa fue diseñada al propio gusto del presidente de la república.”
La empresa MVS, argumentando pérdida de confianza (entre varias cosas), despidió a la periodista y a su equipo de su espacio radiofónico. Eso no tiene mucha lógica comercial -ya que el programa era exitoso y rentable- ni profesional (ya que gozaba de muchísima credibilidad). Por eso Carmen cree que la oficina presidencial tuvo algo que ver con su despido.
“Claramente me parece que es un caso de censura”, me aseguró. “Una interrupción abrupta, brutal de un trabajo periodístico. No hay un documento que demuestre (la censura). Pero uno tiene que pensar cual es la mano que mueve la cuna.”
No hay manera de probar una intervención directa del presidente de México en el despido de Carmen. Pero él es el primero que se beneficia al tener fuera del aire a su principal crítica.
“Claro que extraño el aire”, me dice, “es parte de mi vida. No, no se metería a la política “pues porque yo quiero ser periodista”. ¿Tienes miedo que te maten? “Te confieso que no me lo planteo”, reflexiona. “Temer que te maten engarrota a cualquiera.” (Desde el año 2000 han matado a más de 80 periodistas en México; es uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer la profesión.)
Y luego me explicó por qué hace lo que hace: “La tarea de los periodistas es observar críticamente los fenómenos del poder. Y, normalmente, lo que se observa son las fallas, la corrupción, las debilidades, las triquiñuelas.”
Hablemos de triquiñuelas. Además de las irregularidades de la “Casa Blanca”, el diario The Wall Street Journal denunció que Peña Nieto, antes de llegar a la presidencia, le compró en el 2005 una casa en efectivo a la corporación de los San Román en Ixtapan de la Sal. Esa corporación ha recibido millones de dólares en varios contratos gubernamentales desde que Peña Nieto llegó a la presidencia.
¿Debe renunciar Peña Nieto? le pregunto. “En México no existe la figura legal (de revocación de mandato)”, me explica. “Lo que sí existe es el pulso que pueden darte las encuestas.” Más de la mitad de los mexicanos tienen una opinión negativa del gobierno de Peña Nieto, según varios sondeos. Y se están explorando formas de que la gente exprese su rechazo a Peña Nieto en las próximas elecciones legislativas.
¿Te has equivocado en algo? ¿Pudiste haber manejado este conflicto de otra manera? “Las personas y los periodistas nos podemos equivocar una y mil veces”, me contestó. “Pero en el capítulo que nos ocupa lo que existe es una acción indebida, premeditada, cuya única pretensión es sacar del aire a esos periodistas.”
Carmen y su equipo presentaron una demanda para obligar a la empresa MVS a que los reinstalen. La decisión está ahora en manos de las cortes.
¿Qué has aprendido de todo esto? le pregunto para terminar. “He aprendido muchas cosas”, me dice con una sonrisa, “quizás hasta un poco de derecho por todas las demandas… Esa es la batalla. Que a nadie le queda duda que nuestra intención es que no se consume un golpe autoritario.”
No queda duda. Esta es la voz de Carmen Aristegui, la voz que hace temblar al presidente.
Posdata. Aquí pueden ver la entrevista con Carmen por televisión: https://youtu.be/-nonG2J9ybY