Nada como una nueva excusa para quienes ya no saben qué más inventar a fin de seguir postergando sus responsabilidades. Como quien sabe que debe hacer dieta por mejorar su salud pero la sigue posponiendo hasta que es demasiado tarde, del mismo modo algunos políticos ya encontraron en el conflicto de Siria la excusa perfecta para seguir poniendo al margen lo inevitable y resolver de una vez por todas el asunto de la reforma migratoria.
Pero ahora que el Congreso retorna a sus labores con un reducido calendario legislativo, la pregunta es qué harán los demócratas y la Casa Blanca para presionar a la mayoría republicana de la Cámara Baja, a fin de que aborde la esquiva reforma permitiendo un voto sobre un plan bipartidista que incluya una vía a la ciudadanía. Con eso de que los republicanos insisten en considerar la reforma por partes y no de manera integral; y con eso de que sólo llevarán al pleno una medida que tenga el apoyo de una mayoría de su mayoría, ya estaban entorpeciendo el asunto lo suficiente, dejando que avanzara el reloj.
Y ahora surge Siria --y aunque se supone que el Congreso puede caminar y mascar chicle al mismo tiempo para resolver asuntos domésticos e internacionales--, ya muchos están echando mano del conflicto para seguir alejando una solución.
Y a Siria súmenle el debate para el presupuesto del año fiscal 2014 y para elevar el tope de la deuda.
El congresista republicano de Idaho, Raúl Labrador, quien fue integrante del grupo cameral bipartidista que negocia un lenguaje migratorio de consenso, dijo en el programa Al Punto, de Univisión, que si la reforma no se aprueba este año, tampoco se hará en el 2014 por ser año de elecciones de medio tiempo, por lo cual se retomaría en el 2015.
“Muchos de nosotros pensábamos que el debate iba a ser en octubre, pero ahora con los problemas que estamos teniendo, internacionalmente y también en la nación, yo no veo cómo vamos a poder tener este debate en noviembre. Y realmente no sé si en noviembre se va a poder hacer”, afirmó Labrador.
Que la excusa provenga de un miembro de uno de los Congresos más disfuncionales de los últimos tiempos, no sorprende a nadie. Postergar el tema migratorio ofrece a ambos partidos la excusa perfecta de comenzar a culparse mutuamente de la inacción, por lo que de nueva cuenta la reforma migratoria se utiliza como balón político con fines electoreros.
Los republicanos acusarán a los demócratas de intransigentes por insistir en el todo o nada de la vía a la ciudadanía; los demócratas acusarán a los republicanos de bloquear los esfuerzos de avanzar la reforma con la vía a la ciudadanía.
Y entre los dimes y diretes, una vez más millones a través del país seguirán viviendo con el temor a ser deportados y separados de sus familias. Aunque la administración Obama diga que se centra en amenazas a nuestra seguridad, la realidad sobre el terreno es diferente, y en la amplia red que lanzan se llevan a padres y madres de familia, trabajadores valiosos y necesarios en diversos sectores de nuestra economía. La nación seguirá sin regularizar a millones que contribuyan a las arcas del país, pues inmigrantes que se legalizan y que en algún momento se hacen ciudadanos, devengan mejores salarios y, por ende, aportan más impuestos. Y los votantes, particularmente los hispanos, seguirán esperando por la solución migratoria que les prometieron en 2008.
Los republicanos siempre han argumentado que los demócratas, aun cuando eran mayoría en la Cámara Baja, no han querido avanzar el tema migratorio porque así pueden seguir explotándolo en contra de los republicanos. Estos, sin embargo, se han ganado a pulso las críticas y su mala reputación entre los votantes latinos, porque al no colaborar en la búsqueda de una solución permitieron que los extremistas definieran al partido como una colectividad antiinmigrante.
De todos modos, piensan, los hispanos seguirán apoyando abrumadoramente a los demócratas y será un presidente demócrata, Barack Obama, quien se alce con el crédito de promulgar la reforma.
Esos republicanos calculan que podrán mantener la mayoría en la Cámara Baja y que colocarán un presidente republicano con el que puedan impulsar algún plan migratorio que les suponga el favor de los votantes latinos; pero mientras tanto, continúan alejando a los mismos electores que requieren precisamente para ganar la Casa Blanca y para mantener algunos distritos camerales en manos republicanas. En la lucha interna republicana parecen llevar la delantera los que apuestan a no hacer nada en materia migratoria.
Pero, ¿qué harán los demócratas en la Cámara Baja? ¿Les seguirán el juego para luego culpar a los republicanos de inacción migratoria en las elecciones venideras con la mira puesta en recuperar la mayoría cameral, o presionarán por un debate y un voto que permita un proceso de conciliación con el Senado? ¿Qué hará la Casa Blanca? ¿Presionará por un debate o apostará a que será posible una reforma post 2014, aun a riesgo de que Obama complete su último periodo presidencial sin reforma y con un récord de deportaciones?
Lo que sí queda claro es que los desidiosos en serie, los legisladores que no legislan, siguen dejando para mañana lo que pueden hacer hoy.
(*) Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice.