Por Roberto PELÁEZ
Señor, en tu inmensa misericordia, permite que el monseñor Oscar Arnulfo Romero, que como tu hijo se sacrificó por los pobres, esté también en la resurrección, alcance la vida eterna, pidió el sacerdote Gregory Gordon durante la misa del pasado sábado 28 de marzo en una iglesia Santa Ana casi llena.
A solicitud del Consulado de El Salvador en Las Vegas, la iglesia Santa Ana, por intermedio del sacerdote Gordon y el diácono Santiago Guerrero, ofreció la misa ante cientos de feligreses. La bandera de El Salvador y una fotografía del monseñor Arnulfo Romero ocuparon un lugar prominente en el local, a la vista de todos.
Gordon y Guerrero dieron lectura a la Palabra de Dios, específicamente a los últimos días de Jesús en la tierra, la cena con sus discípulos, su detención, juicio, el martirio a que fue sometido hasta ser crucificado, y su resurrección.
“Criticaban a la mujer que vació un pomo de perfume caro sobre la cabeza de Jesús, mejor lo hubiésemos vendido, decían, y dábamos el dinero a los pobres, Él los escuchó y les dijo... a mi no me tendrán para siempre”.
‘El hijo del hombre va a morir’, dijo Jesús a sus discípulos. Y volviéndose a Pedro: ‘De cierto te digo que antes que el gallo cante dos veces me negarás tres’.
Refiriéndose a la Semana Santa el sacerdote significó: Aun en sus últimos minutos, sufriendo, Jesús clamó: Padre, si quieres aparta de mi este cáliz... pero no se haga lo que yo quiero, si no tu voluntad. Sea esta, apuntó el clérigo, una semana de paz, resurrección, y también de reflexión.
Por lo general, resaltó el sacerdote, invocamos el nombre de Dios para pedirle que nos conceda esto o aquello, cosas materiales, pero en esta Semana debemos pedirle que perdone nuestros pecados, que llene nuestros corazones de amor, que nos enseñe a perdonar, que aparte de nosotros el odio y la envidia.
Reflexionemos, abundó, en lo que sufrió Jesús a manos de sus victimarios, a causa de la envidia, del desamor, pero colmemos nuestros corazones de paz, de buenos deseos para con nuestros prójimos.
Fue algo conmovedor, comentó a El Mundo Rafael Hinojosa, oriundo de El Salvador, recuerdo a mi madre y a otras personas llorar mucho por aquellos días de marzo de 1980 en que fue asesinado el monseñor Arnulfo Romero.
Yo tenía entonces 11 años, precisó Hinojosa, después supe que El Salvador vivía momentos difíciles y el monseñor se oponía a los crímenes, hablaba dirigiéndose a las autoridades, a los militares, les pedía que no se cometieran más asesinatos, que protegieran a la gente... leí hace poco que lo asesinó un francotirador al que pagaron 114 dólares.
Refiriéndose a la beatificación del monseñor Oscar Arnulfo Romero el venidero mayo, Hinojosa señaló que será una manera de reconocer su amor su posición firme a favor de los humildes, de los desposeídos, de los que no tenían nada, abundó.
Él guiaba a sus ovejas para que hicieran el bien, recordaba mi mamá, agregó el entrevistado, se enfrentaba a quienes tenían el poder, y por eso lo asesinaron. Es bueno recordarlo, tener presente sus acciones, finalizó.