Los dramáticos sucesos de Francia, donde 10 comunicadores y dos guardias de seguridad murieron a manos de extremistas islámicos tienen a la mayoría del mundo en protesta y en debate.
Nadie debe tener derecho a lastimar ni matar a alguien, por ningún motivo, ni religioso ni periodístico. Los actos terroristas de los hombres contra los miembros de la revista Charlie son reprobables y trágicos y no deben repetirse. Creemos que todo el mundo está de acuerdo en rechazar la violencia y el asesinato como medio para mostrar desacuerdo con alguien o con algo.
La libertad de expresión está consagrada en la mayoría de las constituciones políticas de los países; está bien y contribuye a que la democracia se mantenga estable y equilibrada. Pero hay una variante poco comentada, que la revista Charlie se especializa en humor y crítica altamente ofensiva; encarnizada contra las religiones y en particular contra el profeta Mahoma.
Que quede claro, no se justifica la matanza de la gente de Charlie ni los policías. Pero hay un segundo plano del caso: Francia saca a la luz pública hasta qué punto la libertad de prensa tiene el derecho a burlarse y ofender las creencias religiosas de otras culturas y naciones, sobre todo de la manera tan sostenida, gráfica y que algunos caracterizan de racista y xenofóbica con la población musulmana minoritaria en la misma Francia.
Un punto de partida para el debate sería la frase de Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”.