Opinión: La nueva longevidad

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Por Jorge RAMOS

El retiro de Joe Biden de la contienda por la Casa Blanca nos enfrenta a dos realidades: una, que cada vez estamos viviendo más; y dos, que una vida larga no es necesariamente una vida saludable y productiva.

Tras el desastroso debate de Biden contra Trump quedó claro que el presidente no estaba en las condiciones para buscar la reelección y gobernar por otros cuatro años más. Biden tiene 81 años (i), Trump 78 (ii) y se nota. Ambos han mostrado problemas de memoria y de concentración. Pero lo interesante es que, en otra época, ninguno de los dos hubiera buscado dirigir, por segunda ocasión, al país más poderoso del mundo.

La vida ya no es tan breve.

Si Trump y Biden hubieran nacido en el año 1800, difícilmente habrían llegado a los 40 años de edad. Los grandes héroes de la antigüedad apenas pasaban las tres décadas cuando la guerra o una enfermedad acababa con ellos. El conquistador Alejandro Magno, por ejemplo, murió de una fiebre a los 32 años luego de dominar territorios que hoy forman Grecia, Persia, India y Afganistán, entre otros.

Pero las cosas empezaron a cambiar a mediados del siglo pasado; la expectativa mundial de vida en 1950 en Europa, Japón y Norteamérica aumentó a 60 años. Así, con la notable reducción de la mortalidad infantil y el control de muchas enfermedades, para el 2019 la expectativa global de vida subió a poco más de 72 años, según Naciones Unidas. En Estados Unidos fue un poquito más: 77.5 años en el 2022. Por eso no sorprende que Biden y Trump se estén peleando, otra vez, la presidencia.

En el cine ha ocurrido lo mismo. Hace poco el diario español El País aseguraba en un titular que “Los Héroes Se Hacen Cada Vez Más Viejos”, resaltando los 81 años de Harrison Ford -quien protagoniza su última película de Indiana Jones- y los 61 años de Tom Cruise, quien en Top Gun parece “un adolescente”, no solo por “la inversión en mantenimiento físico, sino porque aún está en edad laboral”.

Lo que pasa es que Tom Cruise, Harrison Ford, Biden, Trump, Vladimir Putin (71), el Papa Francisco (87) y Martha Stewart -que fue portada de la revista Sports Illustrated a los 81 años- están viviendo la nueva longevidad. Ellos y millones de personas más en todo el planeta.

En este siglo “la longevidad va a ser la norma”, me dijo en una entrevista el médico y geriatra Diego Bernardini, autor del libro La Segunda Mitad. “Estamos viviendo más, estamos viviendo mejor”. La vida nos ha regalado más años. “La edad cronológica ya no nos define como personas; nos definen las experiencias, las ganas, el protagonismo y el ser partícipes de la experiencia colectiva de una nueva longevidad”.

El retiro, la jubilación o cruzar los 50 años solía ser la antesala de la muerte. Ya no. Ahora es, me dijo el kinesiólogo de 56 años, una oportunidad de “recrearnos, reinventarnos”. Pero no se trata, únicamente, de vivir más sino de vivir mejor. Y eso requiere “tener un propósito de vida, relaciones, hábitos de vida saludables, actividad física y una determinada alimentación”. Bernardini escribe que la genética solo explica “cerca del 10 por ciento de la longevidad de las personas”. El otro 80 por ciento es el “entorno de vida” y el 10 por ciento restante, un buen sistema de salud.

Ante la muerte -que es inevitable, universal e irreversible- hay una popular idea: vivir cada día como si fuera el último. Pero esa idea está incompleta. Sí, queremos vivir intensamente, pero también queremos la tranquilidad de saber que hay un futuro; en el amor, con la familia, en el trabajo, en nuestros nuevos proyectos y hasta en la política.

Uno de los mejores ensayos que he leído sobre los nuevos dilemas de envejecer tardía y sanamente lo escribió el filósofo francés Pascal Bruckner. “Admitamos que todos estamos divididos entre el deseo de disfrutar de nuestros días al máximo y el deseo de salvarnos para vivir más tiempo”, concluyó en Un Instante Eterno. Es “el arduo deseo de durar”.

Bruckner cuenta que los antiguos griegos adoraban a Kairos, el dios de las oportunidades. Y dice que ante una nueva oportunidad, tenemos tres opciones: la ignoramos, la vemos y la dejamos ir, o la tomamos y la aprovechamos. La nueva longevidad, después de los 50, es un regalo del dios Kairos para todos los que vivimos en el siglo XXI.

Estamos viviendo más. Quizás algún día sea normal vivir 100 o 150 años. El reto está en hacer valer, disfrutar y aprovechar esos años extras. Para los que estamos ya en el segundo tiempo del partido -tengo 66- envejecer con un propósito, estar saludable y bien acompañado es mucho mejor que la alternativa. Y hay que agradecerlo cada mañana (después del recuento de daños).

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