Por Jorge RAMOS
El presidente Joe Biden estaba convencido que le podía volver a ganar a Donald Trump. Pero su actuación en el primer debate presidencial había sido desastrosa. Fue imposible borrar la imagen de un líder de 81 años perdido, titubeante y frágil. Y por más que trató de mostrar fortaleza y agilidad mental en los días siguientes, el covid, la bajada de un helicóptero -con mucha dificultad- y los esfuerzos de los agentes del servicio secreto para subirlo (o casi cargarlo) a la limousine presidencial, terminaron con una carrera política de medio siglo.
Biden pasará a la historia como el presidente que una vez -no dos- salvó a Estados Unidos de Trump, y como un buen hombre que sufrió lo que pocos: la pérdida de su primera esposa, una hija y un hijo. En su discurso del miércoles pasado desde la Casa Blanca, Biden insistió en que su decisión de retirarse de la candidatura presidencial era por algo mucho más importante que él. “Lo más grande de Estados Unidos es que aquí los reyes y los dictadores no gobiernan, la gente lo hace”, dijo. Y luego planteó el reto de la elección del 5 de noviembre: “La historia está en tus manos; la idea de lo que es Estados Unidos está en tus manos”.
Conocí a Biden cuando todavía fungía como vicepresidente y era un maestro del small talk; esa conversación trivial, que evita los temas difíciles y profundos, pero que acerca a los extraños y recién conocidos. Luego me tocó hacerle preguntas en un debate presidencial y finalmente lo entrevisté en el 2020 antes que le ganara a Trump. Siempre contestó todas mis preguntas y, como coinciden políticos y periodistas, fue muy decente en su trato personal. Te veía a los ojos y daba la sensación que no había nada más importante para él, en ese momento, que tú. Esa capacidad de estar en el presente es la que parece haber perdido en los últimos meses.
Su retiro ha transformado radicalmente la pelea por la Casa Blanca. Y uso la palabra “pelea” a propósito. La vicepresidenta Kamala Harris -quien seguramente será la nominada del partido Demócrata- y el expresidente Donald Trump -el nominado de los Republicanos- representan visiones muy distintas de lo que debe ser Estados Unidos. Harris es el vivo ejemplo de la diversidad que se expande en el país; nació en Oakland, California, de una madre de la India y un padre afro-jamaiquino. Trump, en cambio, tiene un claro mensaje antiinmigrante y ha prometido que, si gana la elección, realizará la más grande operación de deportación de indocumentados en la historia de Estados Unidos.
La realidad es que este es un país cada vez más diverso y en el 2044, según proyecciones de la Oficina del Censo, Estados Unidos será conformado solo por minorías y los blancos anglosajones dejarán de ser la mayoría. Ese es el rumbo de Estados Unidos. Y muy poco se puede hacer en contra de esta ola demográfica.
De hecho, la candidatura de Kamala Harris a la presidencia me recuerda la elección del 2008 cuando Barack Obama se convirtió en el primer mandatario afroamericano en la historia de Estados Unidos. Kamala Harris podría convertirse en la primera mujer y en la primera afroamericana en llegar a la Casa Blanca. Estados Unidos es de muchos colores y eso nadie lo puede parar. Ni Trump.
La popularidad y la candidatura de Trump son una reacción -una contraofensiva- a los dramáticos cambios sociales y culturales que está experimentando el país. Pero, tarde o temprano, la demografía gana.
La pelea entre Harris y Trump es, no solo, por el destino de Estados Unidos. Es, también, un asunto muy personal. Trump asegura que será “más fácil” ganarle a la vicepresidenta que a Biden. Pero ella, en un fulminante tuit, dijo que antes de ser senadora y procuradora general de California fue “una fiscal que persiguió a depredadores, gente fraudulenta y tramposos”. Y que conoce muy bien el tipo de persona que es Trump.
La entrada de Kamala Harris a la contienda por la Casa Blanca lo cambia todo. No solo porque ella es mucho más joven (59) que Trump (78) sino porque abre de nuevo la posibilidad que una mujer llegue a la Casa Blanca. (Hillary Clinton trató y no pudo.) Y si el entusiasmo que hubo en México por elegir a una mujer a la presidencia traspasa fronteras, ese es un elemento que hasta hace unos días no existía en Estados Unidos. A nivel histórico es increíble que una democracia de casi 250 años como la estadounidense no haya tenido una mujer en la presidencia.
Nunca en 40 años como periodista en Estados Unidos me había tocado cubrir una elección con tantos brincos. Nadie sabe lo que va a pasar.
Bye bye Biden. Hola Kamala. Todo es nuevo.