Por Roberto PELÁEZ
De golpes bajos y adversidades puede platicar el hombre que tengo delante, pero también -es lo mejor-, de las veces que se ha levantado para empinarse, aprender y transmitir sus conocimientos a los demás.
Pedro Navarro, oriundo de la Ciudad de México, reside desde hace 18 años en Las Vegas, sin embargo su historia comienza antes. A los seis años le diagnostican ‘retinosis pigmentaria progresiva’.
“Entre los 15 y los 18 años, enfatiza, la enfermedad progresa rápido, mi vista es lo que califican de ‘no funcional’, entonces dejé de ver por completo”, expresa con el rostro serio. Sólo que la patología no sabe del carácter, la entereza, la voluntad de Navarro.
Trabaja en Blind Connect, una organización no lucrativa, “imparto lecciones a otras personas privadas de la vista, mi prioridad, añade entusiasmado, es que retengan o recuperen su independencia, y eso se consigue al ofrecerles herramientas que les permitan adquirir habilidades”, subraya.
De esas lecciones se apropia el inquieto periodista ecuatoriano Edwin Saldarriaga, quien para ejemplificar expone: “nunca había encendido una estufa y ya cocino, quiere decir que aproveché las clases para adquirir habilidades, proseguir mi independencia”.
En medio de la conversación Navarro advierte que recientemente concluyó otra serie de lecciones “impartí clases -apunta- por espacio de ocho semanas, con tres alumnos, es una atención personalizada, los estudiantes (como era mi propósito) aprendieron aspectos básicos como independencia, orientación, movilidad, cocina, tecnología y limpieza del hogar... en esta oportunidad los alumnos iban desde 18 años a 67, o sea, nunca es tarde para aprender”, destaca.
“Yo también aprendí antes, comenta, hice mías las herramientas que hoy me permiten enseñar a otras personas, contribuir de alguna manera a que adquieran habilidades, sean lo menos dependientes posible, puedan resolver algunas situaciones, abrirse paso... se imagina, aprenden a cocinar, a moverse (con ayuda del bastón) pero con bastante soltura, y eso es importante”, asevera.
Saldarriaga deja sentado que “hace muchos años aprendí a leer y escribir en código Morse, ya esa es una gran ventaja, por eso cada vez que conozco a una persona privada de la visión le sugiero que tome lecciones, saber leer representa mucho para nosotros, no sólo por el aspecto informativo, también por lo que eso nos permite conocer.
“Ahora, continúa, se impone avanzar, está la tecnología, y nuestro amigo Navarro nos enseña, aprender poco a poco a sacar provecho del teléfono, la tablet, familiarizarse con el teclado, conocer las opciones, es como descubrir otro mundo, y poco a poco nos adentramos en él a través de la tecnología, eso es muy importante”, argumenta.
En opinión de Navarro sus alumnos se distinguen por la dedicación, el interés, el deseo de adquirir conocimientos y habilidades, ser cada vez más independientes “el optimismo que transmiten cada uno de ellos me alcanza a mí también, por eso me esfuerzo en enseñarle lo más posible, sin saltar etapas, aprendemos a dominar algo, entonces pasamos a otra etapa, sin apuros, pero sí con mucho deseos de asimilar, practicar, insistir, y se notan los avances, después de las ocho lecciones el desenvolvimiento es distinto, son más independientes”, resalta.
El maestro informa que el próximo octubre desean iniciar otro proceso de aprendizaje “queremos atraer a más alumnos, que cada vez sea mayor el número de personas privadas de la visión capaces de salir adelante, que dominen aspectos fundamentales de la vida cotidiana, se pueden abrir paso, ser, de paso, más útiles.
“Después de estas lecciones, cuando hacen suyas las herramientas, también pueden ayudar en tareas hogareñas como limpiar, cocinar, o sea, van más allá de leer, escribir, además, tienen habilidades, ganan en movilidad, se trasladan de un lugar a otro con seguridad, saben desenvolverse, eso de alguna manera me llena el alma, lo que hago rinde frutos”, sentencia.