Gennadii Trukhanov, alcalde de la ciudad ucraniana de Odesa, tiene claro algo que algunos odesitas dudan por su fama de prorruso. "No pienso que eso (una invasión rusa) pueda pasar, pero no cooperaré con ellos, no cooperaré con un nuevo régimen, eso está claro".
Trukhanov, que creó un partido independiente tras formar parte del prorruso Partido de las Regiones, explica en una entrevista a Efe la situación de una ciudad estratégica y monumental amenazada por las tropas rusas, donde por ahora, dice, reina la tranquilidad.
Este experto en boxeo tailandés de mirada amable atiende a Efe vestido de arriba a abajo con ropa militar tras exponer en rueda de prensa los últimos acontecimientos de Odesa, que lleva semanas preparándose para una eventual ocupación rusa pero que por ahora solo ha sufrido un par de ataques con misiles en las afueras, sin víctimas.
Su Ayuntamiento acumula provisiones, habilita refugios y mantiene los hospitales activos día y noche, pero ha decidido también engañar a la guerra con belleza y buen humor: plantará más de 1.800 flores en los parterres y organizará el 1 de abril actuaciones cómicas como suele hacer cada año en su famoso festival "Humarina".
Y es que Odesa es conocida en Ucrania y en toda la ex URSS por el buen humor de sus habitantes. "Con una guerra en nuestro país, el humor es un arma que podemos usar", dice Trukhanov, que cuantifica en 200.000 los habitantes que han huido de una ciudad con un millón censados. Una cifra de éxodo que es estable porque, dice, algunos retornan y otros siguen saliendo.
Odesa también es famosa por sus edificios clásicos y modernistas del siglo XIX, por su ópera barroca y unas largas escaleras que llegan hasta su puerto, el más grande de Ucrania, por lo que el alcalde ha pedido que se aceleren los trámites para que la UNESCO le brinde protección, explica.
Confía en que eso frene a las fuerzas rusas de atacarla, un ataque que sería fácil, no por tierra, sino por el aire. "Estamos no solo listos para defender nuestra zona, sino para atacar. Entendemos muy claramente los peligros que vienen del aire y de los misiles", dice.
Su esperanza es que las tropas rusas no pasen de la vecina Mykolaiv, la ciudad bastión que aguanta su empuje unos 150 kilómetros al este. Aunque hoy no han sonado, cada día las sirenas avisan dos o tres veces a los odesitas de eventuales ataques aéreos que aún no se han producido en su centro. Coincidiendo con uno de ellos, al anochecer se suele escuchar y ver en el cielo munición trazadora.
A pesar de ello, el alcalde asegura que "la ciudad ahora está calmada: no tenemos bombardeos, estamos tranquilos, aunque siempre en constante estrés".
En los últimos días han llegado, indica, 489 toneladas de mercancías, cuatro ambulancias y un camión de bomberos cedidos por la ciudad francesa hermanada Marsella. Los tranvías y autobuses circulan de siete de la mañana a cinco de la tarde. A las ocho, toque de queda.
Sobre Trukhanov, capitán del Ejército ucraniano y que ha trabajo muchos años en el ámbito de la seguridad, pesan siempre suspicacias sobre su proximidad con Rusia. Es rusohablante (en una zona donde casi todo el mundo lo habla) y trabajó para Lukoil, por lo que ahora quiere ser claro sobre su posición frente al conflicto.
"Si me quedo en la ciudad ocupada, no cooperaré (con los rusos). Fui elegido por la gente de Odesa y dependo de los ciudadanos de Odesa. Solo trabajaré para los ciudadanos de Odesa y de Ucrania", afirma rotundo.
Para ese posible ataque, trabaja para asegurar la seguridad de las plantas de extracción de agua del río Dnister, al oeste de la ciudad, e intentar corregir errores del pasado: en la Segunda Guerra Mundial, la ciudad se quedó tres meses sin agua por el ataque nazi.
También para refugiar a la población. "Hemos preparado suficiente cantidad de refugios de alto nivel de protección contra una agresión directa. De segundo nivel, estamos preparando aparcamientos. Esto será una garantía de que la gente estará protegida", dice.
La ciudad tiene, añade, suficientes medicinas, sanitarios y comida. "Tenemos reservas estratégicas de todo". En un plano más político, Trukhanov pide una zona de exclusión aérea y confía en que las negociaciones lleguen a buen puerto.
"Espero que el sentido común de los rusos ganará. Si les queda algo de humanidad a estos líderes rusos, deberían entender que no pueden asegurar la seguridad de los ciudadanos rusos conquistando otros países y matando a civiles pacíficos".
Para el alcalde, que llama cada mañana y cada noche a una incrédula madre que le pregunta "cómo ha podido ocurrir esto", los rusos "tienen algún tipo de enfermedad" porque "mañana puede que decidan que es Europa quien les amenaza y atacar un país europeo".
Y lanza una teoría: "Somos un país muy joven, no somos miembro de la OTAN, no tenemos ninguna arma nuclear, somos pacíficos y por eso nos escogieron como víctima".
Su opinión sobre Rusia y "la de la mayoría de los odesanos" cambió con la invasión, dice, al ver las "mentiras" sobre la desnazificación que publica la maquinaria rusa. Y para resumirlo, recurre a una frase típica de la ciudad: "En Odesa no lo comemos". Odesa (EFE)