Tapachula, Chiapas. No le gusta que le llamen “coyote”, “pollero” o traficante de indocumentados.
Él se define como un “facilitador de oportunidades” para los inmigrantes. Tampoco sé cuál es su verdadero nombre. Quedamos en llamarle Armando, un guatemalteco viviendo en México y quien ha sido fuente de Univision en otras ocasiones. Yo quería entender cómo funciona su negocio. Y él aceptó la entrevista, con máscara negra y gorra puestas, para denunciar el maltrato que ha visto de las autoridades mexicanas hacia los centroamericanos que cruzan por México.
Conversamos antes del trágico accidente que dejó 56 muertos en una carretera de Chiapas a principios de diciembre y que dejó al descubierto cómo los migrantes son transportados -y abusados- por contrabandistas. Pero, a pesar de las denuncias de los políticos, el sistema se impone. Y esto significa que la mayoría de los migrantes llegan a Estados Unidos con ayuda de coyotes, polleros o algún tipo de guía.
“Hondureños y salvadoreños es lo que más llevamos nosotros”, me dijo Armando. “Nosotros hacemos el viaje completo desde Tegucigalpa, desde San Pedro Sula, de Choluteca. Desde ahí nosotros tenemos vehículos que los trasladan hacia la frontera con Honduras y Guatemala. De Guatemala hay otros vehículos que los trasladan hasta acá, a cualquier frontera con México. Y de acá se van en carro hasta Estados Unidos, básicamente”. El equipo de Armando no usa el tren conocido como “la bestia” para transportar a los migrantes.
¿Cuánto cuesta el viaje desde Centroamérica hasta Estados Unidos? “Entre nueve y 12 mil dólares” por persona, me dijo Armando. “Si hablamos de una pareja, de un matrimonio con dos niños, ahí los precios pueden variar un poco. Estamos hablando que se les podría dejar a ellos en 12 mil o hasta 25 mil dólares por llevarlos”.
¿Cómo se paga? “Por trayectos”, me explicó. “Al llegar a cada frontera entre Guatemala y Estados Unidos pedimos el 10 por ciento. Al llegar a Veracruz se pide un 15 por ciento. Al llegar a la ciudad de México se pide el resto para llegar a un 50 por ciento. Y de ciudad de México hasta la siguiente frontera (con Estados Unidos) ya se pide el otro 50 por ciento para poderlos llevar hasta Dallas… El viaje que nosotros ofrecemos es hasta Houston o Dallas, Texas. Ahí se les entregan (los migrantes) a los familiares que son los que, regularmente, depositan el dinero”.
El trayecto que ofrece Armando y su grupo dura entre 18 y 24 días. Y me asegura que todo se hace en vehículo particular. Los migrantes llevan muy poco dinero. “Ellos a veces solo traen dinero para ponerle una recarga a sus teléfonos o para comprarse un refresco. No traen una gran cantidad de dinero. Todo (el dinero) viene de Estados Unidos o de los países de origen”.
¿Cuál es la parte más difícil de todo el trayecto? “Desde la frontera de Tecún Umán, Guatemala, hasta la ciudad de México”, me confirmó. México, en la práctica, se ha convertido en el nuevo muro de Estados Unidos. “Está más complicado. De hecho, ahora hay migración de Estados Unidos trabajando con migración de México. Aparte de eso está el ejército, la Guardia Nacional, la policía municipal, la policía estatal, la policía fronteriza; todos ellos están complicando un poco más el poder mover a las personas”.
¿Cómo están actuando los agentes de migración de México? le pregunté. Y esta es su denuncia: “Lo hacen de una forma violenta. No respetan los derechos del migrante. Los golpean. Los humillan”. En agosto pasado el Instituto Nacional de Migración de México suspendió a dos agentes que fueron captados en un video golpeando a migrantes.
“Yo he sido testigo de eso”, añadió. “Cuando los quieren subir a las (camionetas) Combis, que les dicen ‘perreras’, le caben como 18 personas. Meten hasta 25, 26, 30 ahí en un vehículo y los pasean por el pueblo una, dos, tres horas. A veces no ponen ni siquiera el aire acondicionado (para) llevarlos a algún centro de detención de migrantes”.
A pesar de los nuevos obstáculos creados por la política de cooperación migratoria del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador con Estados Unidos, el negocio de Armando es muy exitoso. Él puede ganar hasta cuatro mil dólares al mes y calcula que el 85 por ciento de los inmigrantes a su cargo llegan a Estados Unidos. Se inició en esto haciendo un par de viajes de Honduras y El Salvador a Guatemala. Y luego lo contactó una organización para la que ahora trabaja. ¿Y si lo agarran? Me dijo que podría pasar de 6 a 20 años de cárcel, dependiendo de la cantidad de personas que esté transportando.
La realidad es que miles de inmigrantes utilizan a “coyotes” o “polleros” para llegar a Estados Unidos. A pesar de riesgos como el accidente en Chiapas. La cruzada es cada vez más difícil y pocos puede lograrlo sin ayuda. Los riesgos de robo, violación y muerte siempre están presentes. Pero la crisis económica causada por la pandemia ha pegado más fuerte en el sur del continente y por eso vemos esta nueva ola migratoria hacia el norte. Por ejemplo, solo en agosto del 2021 la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos detuvo a más de 200 mil personas que entraron ilegalmente al país. Esto es más que cualquier mes durante el pasado gobierno de Donald Trump.
En octubre pasado le pregunté al Secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, cómo explicaba esas altísimas cifras de detenciones en la frontera. “Se trata de un gran número de individuos”, me dijo, “que han sido explotados por organizaciones de traficantes, que desinforman y que su único objetivo es obtener una ganancia, no el cuidado de esos individuos”.
El canciller de México, Marcelo Ebrard, piensa lo mismo. “¿Cuál es la tragedia? ¿El engaño?” se preguntó recientemente. “Que les dicen ‘vamos en la caravana, llegamos a Estados Unidos y nos van a dejar pasar’. No es cierto”.
Armando, curiosamente, coincide en algunas cosas con el canciller Ebrard y el Secretario Mayorkas. “Hay gente que abusa de esto”, me dijo, refiriéndose a los traficantes de personas. “Hay gente que abandona a otras personas. Hay gente que mata a otras personas por tratar de transportarlas. Hay ‘coyotes’, ‘polleros’, que meten a gente en camiones y los hacen viajar con cerdos, con vacas en trailers, en cajuelas de vehículos. Eso, creo, no se vale. Nos están pagando una plata y esa plata representa el futuro de alguien en un país. Entonces a veces pienso que la gente solo quiere lucrar. Yo no me considero un coyote. Me considero un facilitador de oportunidades”.