Por Roberto PELÁEZ
María del Pilar Coblentz lo tiene bien claro, “tras muchos años dedicados a enseñar y educar, afirma, nunca se termina de aprender, de todo y de todos, es algo para lo que no hay excusa.
Hija de Jorge y Conchita Coblentz, habla con orgullo de su natal México, y de esta nación que la acepta con los brazos abiertos, “con un mundo de posibilidades por delante”, resalta.
Tengo dos hijos de mi esposo, de 30 y 24 años, respectivamente, y otros dos míos, de 30 y 36... “Tres hombres y una mujer, graduados de Administración de Empresa y Mercadotecnia, explica, cuatro personas a quienes amamos y que desde pequeñas se fijaron como meta hacer y trabajar en sus propias empresas.
”He tenido la posibilidad de viajar por muchos países, apunta emocionada, de conocer diferentes culturas, de aprender hasta de la persona más humilde, y no pierdo la oportunidad de en cada lugar dejar muestras de agradecimiento, trasmitir lo que sé, darme por satisfecha con sólo sembrar una semilla; enseñar y aprender en tantos lugares me permiten apuntar que he contribuido a educar a miles de alumnos, de diferentes sexos, edades, caracteres y nacionalidades.
”Guardo recuerdos de muchos de esos estudiantes porque me he dado a la tarea de enseñarles con mucho placer, expresa, quiero que conozcan de español, inglés, matemática, ciencias, historia, geografía, y yo aprender de ellos, siempre priorizo el agradecimiento y la humildad.
”Les he enseñado valores, agrega con brillo en los ojos, con satisfacción digo que tengo alumnos de varios países, a veces recibo una llamada, un mensaje de alguien que concluye sus estudios y tiene la amabilidad de avisarme, no olvida a su maestra, destaca; son jóvenes que pese a la distancia trato de unir, de conectarlos, sin tener en cuenta fronteras ni idiomas, unidos por la alegría, y el saberse buenas personas”, enfatiza.
Luego sostiene: “aprendo de mis padres, de mis maestros, de escritores, y a cada alumno trato de inculcarle que es preciso enfrentar todo con responsabilidad, emprender y terminar cada cosa, no dejar nunca las cosas sin terminar, y eso, dice, es válido no sólo para los estudios, también para el trabajo, el formar una familia... el adoptar decisiones corresponde a uno y no se puede culpar a otro si algo sale mal”, dice.
”Hablo de tres aspectos fundamentales, apunta, el interés en aprender, la responsabilidad, y el amor por lo que uno hace, pienso que el mejor trabajo es el que se hace con amor, una vuelca en él todas sus fuerzas, ama a sus padres, a su pareja, a los hijos, a la comunidad, y cuando se ama, sencillamente se da lo mejor, todo lo bueno, y eso hace la diferencia...
”Mamá falleció con cerca de 100 años, vivo agradecida de ella, fue -y es- mi todo; quien no es buen hijo no puede ser buen esposo(a), buen amigo. Las madres lo merecen todo”, concluye.