Tres personas mueren cada 24 horas en los Estados Unidos a manos de la policía, de acuerdo con un conteo realizado el año pasado por el sitio de investigación “Mapping Police Violence”. Alrededor del 24% de las víctimas son afroamericanos, a pesar de ser sólo el 13% de la población del país. Se trata de un foco de alerta que ha sido visibilizado como nunca por la omnipresencia de los teléfonos celulares y de las redes sociales.
Aunque nadie podría describir a Estados Unidos como un estado policiaco, en el país coexisten más de 12 mil departamentos locales de policía que emplean a más de 468 mil oficiales de tiempo completo. Se trata de una fuerza policial abrumadoramente blanca y varonil. Sólo uno de cada cuatro oficiales es afroamericano o hispano, de acuerdo con la Oficina de Estadísticas Judiciales (BJS) del Departamento de Justicia.
Es indiscutible que existen razones legítimas para el uso de la fuerza, en ocasiones letal, por las fuerzas del orden. Por ejemplo, cuando el agente policial cree razonablemente que un atacante representa una amenaza significativa para la integridad física del policía o de otras personas, o si un sospechoso escapa y puede representar una amenaza para otros.
Bajo esas reglas, la muerte del afroamericano George Floyd en Minneapolis, Minnesota, ha sido declarada como un “homicidio”. Derek Chauvin, el ex policía que la aplicó una presión de rodilla en el cuello durante ocho minutos y 53 segundos, incluidos casi tres minutos cuando el sujeto estaba inmóvil, fue acusado de asesinato en tercer grado.
De acuerdo con cifras de Campaign Zero, un total de 253 personas desarmadas fueron muertas por la Policía en 2014 en los Estados Unidos. Noventa y un incidentes letales empezaron por simples violaciones de tráfico.
La pregunta pertinente es: ¿Qué debe hacer la sociedad para reducir el uso excesivo de la fuerza policías y las muertes innecesarias? No hace falta escarbar mucho para encontrar las mejores prácticas policiales no sólo en otros países sino dentro de los Estados Unidos. Entre las recomendaciones de los expertos:
Un extenso entrenamiento cultural obligatorio de agentes policiales para proteger a las comunidades, especialmente a las minorías, sin recurrir al uso de la fuerza letal, como ocurre en Alemania o Inglaterra; revisar las reglas del uso de la fuerza, incluido contra vehículos en movimiento; establecer un requerimiento para los departamentos de Policía que reporten y revisen incidentes violentos; uso mandatorio de cámaras de video corporales; terminar con la transferencia de equipo militar a la Policía, entre otras.
La respuesta policial a las protestas detonadas en más de 70 ciudades por la muerte de George Floyd confirma sin embargo la dificultad de lograr cambios rápidos y significativos. Los agentes están siendo acusados de usar balas de goma, gas pimienta y gas lacrimógeno indiscriminadamente, incluso contra manifestantes pacíficos. Ni intimidación, ni militarización son la solución al problema.
La pelea por la regulación de las armas de fuego muestra que ningún cambio profundo es fácil, pero no hacer nada sería la peor ofensa a la memoria de las víctimas.
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