El amor de las madres es infinito
No hay una fecha unificada para celebrar a las madres, sin embargo todos coinciden que a ellas se debe honrar los 365 días del año. En México, por ejemplo, se le agasaja el 10 de mayo, en otras naciones es el segundo domingo del quinto mes del año, que dicho sea de paso es también el de la primavera y de las flores. No importa que sea un día u otro... ellas, las madres, lo merecen todo, desde el respeto, el cariño, la consideración... cuánto se haga por ellas es poco.
Abraham Lincoln escribió: “Todo lo que soy y espero ser se lo debo a la angelical solicitud de mi madre”. Se sabe que para el hombre que tuvo una buena madre todas las mujeres son sagradas, eso no admite siquiera la más pequeña duda. Quién puede saber más de desvelo, dolor, sacrificio, entrega, que una madre. De ellas se ha escrito tanto que cuesta, es muy difícil ser original.
Las más hermosas frases del mundo se le han escrito precisamente a ellas. Y poemas, oh, cómo no recordar aquello: toma esta flor le dije a una paloma/y llevásela al ser que más me quiera/y dile que es la flor de más aroma/de todas las que adornan las praderas.
Al principio pensé que el ave iría/a llevarle esta flor a mi adorada/mas la dejó sobre la tumba fría/donde yace mi madre idolatrada.
El mensaje es claro, sencillo, aun después de muertas las madres quieren, tal vez más que cualquier otra persona, y eso, eso solo lo pueden hacer ellas, las que lo perdonan todo. Ellas conocen a sus hijos como nadie, tan solo de verlos saben si están alegres, preocupados, tensos, enfermos...
José Martí, cubano, latinoamericano de pies a cabeza, hijo amantísimo, lo resumió de esta manera: A Dios yo pido constantemente/para mis padres vida inmortal/porque es muy grato sobre la frente/sentir el roce de un beso ardiente/que de otra boca nunca es igual.
Qué es comparable, por ejemplo, con el amor de una madre, con lo que ella y solo ella es capaz de hacer por cada uno de los suyos... tal vez muy pocas cosas en el mundo, o solo una, el amor de Dios por cada uno de nosotros. El sacrificio de una madre por su hijo no conoce límites, la constancia y bondad, su capacidad de sufrimiento y abnegación son dignos de admiración, y por supuesto deben reconocerse una y otra vez. SIEMPRE.
Las madres acogen al feto en su vientre, le prodigan cuidados, encaran malestares y dolores, y cuando él viene al mundo, entonces se multiplica el amor, dicho de otra manera: ellas dejan de ser de ellas para ser de ellos, y lo hacen con tanta dulzura que parece es lo más natural del mundo.
El próximo domingo 10 millones de personas de diferentes países, aprovecharán la oportunidad para decirle a las madres cuánto se les quiere, respeta y admira; mexicanos, cubanos, chilenos, colombianos, peruanos, ecuatorianos, estadounidenses, venezolanos, uruguayos, borícuas, brasileños, también consentirán a sus progenitoras, la abrazarán fuerte y le diran al oído: te quiero, así de grande.