Por Patricia San Juan y Jorge Esqueda
Desde su "modesta" posición y pese al bloqueo estadounidense, reforzado por la actual administración de la Casa Blanca, Cuba ha comenzado a ayudar al combate del COVID-19 mientras se espera la llegada de una vacuna, meta que ya buscan varios países.
Cuba no sólo ha ofrecido su espacio territorial para recibir pacientes que sufren a causa del coronavirus, como es el caso del crucero Braemar, que la tarde del 18 de marzo desembarcó en un puerto de la isla con alrededor de mil personas a bordo, cinco de ellas portadoras de coronavirus.
El país se ofreció, después de que otros se negaran, a ser el punto de conexión para que los ciudadanos pudieran dirigirse a Gran Bretaña. Los subió a cuatro aviones que los dirigieron de regreso al continente europeo y apoyó a los pacientes, además de a 40 posibles portadores de la enfermedad.
El trabajo de Cuba ante la expansión de este virus también ha propiciado el envío de equipos médicos para combatir el COVID-19.
Italia, España, China y Venezuela han recibido misiones especiales de médicos cubanos que ofrecen sus conocimientos especializados para dar batalla al avance del coronavirus. Perú ha sido notificado de la apertura del país y los ciudadanos de otras naciones han pedido su ayuda, como es el caso de los habitantes de Ecuador y Bolivia.
A Italia, la nación que ha sobrepasado el número de muertos que registra China, viajaron este fin de semana más de 50 médicos que colaborarán en la atención hospitalaria, sobre todo en la región de Lombardía, donde hay más enfermos en todo el país. Ahí se unirán a un equipo de médicos provenientes de China, notificó Giulio Gallera, consejero de Sanidad regional.
Mientras, en España, al menos 200 médicos cubanos que realizan un proceso de nivelación en la nación ofrecieron a través de la plataforma Change.org su soporte para el país, en el que el número de pacientes ha aumentado exponencialmente.
Brasil, que cerró las puertas a los cubanos después de la llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia, volvió a permitir el arribo de los médicos de esta nación y abrió una convocatoria para cinco mil 811 contrataciones de profesionales en la materia, en la que podrán participar los nacidos en Cuba y no sólo en la crisis, ya que permanecerán en la nación a futuro, dio a conocer El País en su versión latinoamericana.
La relación con China y Venezuela, donde ya se encontraban algunos equipos médicos, se fortaleció con el envío de expertos en la materia, que darán herramientas a los que ya laboran en campo para mejorar sus técnicas.
Cuba ya tiene misiones de médicos en al menos 60 países y el programa lleva más de 50 años funcionando, su colaboración permite el crecimiento profesional e individual de los médicos y da apertura a generar mejoras e intercambio de conocimientos adquiridos en estas naciones.
Algunos de los viajes de los médicos vienen acompañados de un elemento relevante, medicamentos que hasta ahora han demostrado efectividad en gran parte de los casos: el interferón.
El aporte de la isla antillana comenzó a formularse hace casi 40 años y, de manera paradójica, en cooperación con médicos de Texas, que propusieron al gobierno cubano adentrarse en la producción del interferón.
El interferón, explica Luis Herrera, uno de los responsables del desarrollo actual de esa sustancia en la industria biotecnológica cubana, es una proteína de pequeño peso molecular que no destruye, pero sí interfiere con la multiplicación de un virus en la célula.
Es diferente a un anticuerpo, que se une al virus que ha penetrado a la célula y lo destruye, pero la forma de actuación del interferón pasa por desencadenar reacciones que interfieren con la multiplicación del virus, acción que le dio su nombre.
Herrera explica que ya dentro de la célula, el coronavirus -llamado así porque aparece como si tuviera una corona- necesita reproducirse y entre los mecanismos con que actúa reduce el nivel de interferón, por lo que, de manera inversa, aplicando esa proteína, se logra evitar su multiplicación.
El científico explica que el COVID-19 es patológico. Hasta donde se ha podido averiguar, proviene de algún animal en China y es diferente a muchos otros virus que también se originan en el reino animal y pasan al hombre, pero sin hacerle mayores daños.
El proceso del paso de un virus a los humanos es conocido y se ha enfrentado en otras ocasiones, pues se da de manera estacional.
Insiste en que la aplicación del interferón para evitar la reproducción del coronavirus no significa que se trate de una vacuna y también en que el combate al patógeno depende de que los sistemas de salud nacionales respondan con efectividad.
Necesitan alto grado de organización y si no se toman medidas como actuar a tiempo y evitar el contacto, y si no se aplican tratamientos oportunos para personas con problemas inmunológicos o respiratorios, el contagio crece.
Tras insistir en que el interferón lleva a que el contagio tenga consecuencias poco agresivas, afirma en entrevista con Telesur que cualquier persona puede recibirlo, salvo algunos pocos casos específicos.
El interferón que a la fecha se aplica es producido en China, aunque en Cuba fue el origen de toda una estructura que llevó al actual desarrollo de la industria biotecnológica del país.
Pero para combatir por completo la enfermedad se requiere de la existencia de la vacuna. El Imperial College of London calcula que, hasta su creación y aprobación, en entre 12 y 18 meses, será imposible detener por completo esta enfermedad.
Cuba es uno más de los países que participa en las investigaciones internacionales, atendidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), para concretar esta vacuna lo más rápido posible y así contrarrestar la enfermedad, que hasta el momento ha provocado más de 367 mil contagios y 16 mil muertes en todo el mundo. La Habana (Notimex).