Lo que se hereda no se hurta... Cuando el orgullo no cabe en el cuerpo

Por Roberto PELÁEZ

Con sus 72 años bien llevados, María Elena López, no oculta su agradecimiento a los Estados Unidos “aquí, dice, mi hija y mis dos nietos han conseguido hacer realidad sus sueños, sus aspiraciones, llegar victoriosos a las metas que se han propuesto, una y otra vez”.

Oriunda de Mérida, en el estado mexicano de Yucatán, no recuerda con exactitud las veces que ha hecho las maletas para viajar desde su casa hasta la ‘capital mundial del entretenimiento’; respira profundo y destaca: “he venido tantas veces, realmente no sé cuantas, sobre todo cuando enferma mi hija, sé que ella necesita mi apoyo y aliento, por eso no lo he pensado dos veces para venir, volver, volver y volver”, externa emocionada.

“¿Quiere que le diga algo? Pregunta... cuando ella decide venir de Mérida a los Estados Unidos ni su padre ni yo, ninguna de sus amistades tenía idea, ni soñaba siquiera en lo que podía alcanzar aquí, sobre la base del trabajo, de su fuerza de voluntad, de la superación, y ni hablar de mis nietos, que son universitarios, vivo muy orgullosa de ellos”, resalta.

Maestra por más de 40 años, los ojos de la entrevistada adquieren un brillo especial cuando expresa: “le agradezco mucho a los Estados Unidos, a su gente, me percato del respeto, la admiración, la alegría con que tratan a mi hija, y sé que no lo hacen porque ella hace unos años consigue vencer al cáncer, no, es por su trabajo, es más, cuando está enferma recibe muchas muestras de cariño.

“Por otro lado veo que muchos jóvenes se le acercan para agradecerle, y como la conozco tan bien, sé que en cada uno de ellos ella ‘siembra’ una semilla, los impulsa a estudiar, a salir adelante, superarse y luchar por las metas... ella es así y nada la va a cambiar.

“Sabe periodista, prosigue, mi hija es de las que predica con el ejemplo, ella no le dice a los que se gradúan de high school estudien y se pone a un lado, al contrario, es de las que pregunta, se informa, analiza sus posibilidades y matricula en la universidad, lleva a feliz término sus estudios.

“Nosotros, acota, venimos de una familia que no consigue nada con facilidad, mi esposo Héctor, mi hijo José, mi hija, mis nietos, yo misma, todo se lo debemos al trabajo... 

“Se dice fácil, continúa, ser maestra de primaria por cuatro décadas (es mi caso), pero cada logro lleva una cuota de sacrificio, de entrega, de perseverancia, caer, sacudirse el polvo y seguir, es lo que hemos aprendido a lo largo de la vida, de 48 años de matrimonio.

“Sin embargo reconozco, señala, que la vida también nos regala momentos de mucha alegría, en que nos sentimos flotando, cuando decimos vale la pena el sacrificio, y los premios conquistados por mis hijos, por mis nietos, los considero como míos, los aplaudo, los felicito, verlos triunfar es un éxito de ellos, pero también de la familia”, remarca.

“No porque se trate de mi hija, apunta, pero creo que su vida es como una película, y pudiera ser también la de miles de emigrantes, viene jovencita a estudiar y trabajar, en busca de un mejor horizonte, aprende el idioma, se hace ciudadana americana, enfrenta el cáncer, guía sola a sus hijos, encamina o motiva a centenares, miles de estudiantes para que sigan adelante y no queden en el camino

“Platica con muchos padres para que aconsejen a sus hijos y no se rindan, luego matricula en la universidad ella misma, sin poner a un lado sus múltiples responsabilidades, y se gradúa”, sostiene López.

 

Comenta que tiene en casa una colección del periódico El Mundo, “se lo llevo a la familia, a los amigos, a mis antiguas compañeras de trabajo en la escuela, pero, periodista, no le he dicho que soy la mamá de Flor Cardona, seguro usted ha escuchado hablar de ella”, comenta y sonríe sin poder disimular el orgullo.

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