Por Roberto PELÁEZ
Basta intercambiar dos o tres palabras para percatarse de que Carmen Mariscal, artista de pies a cabeza, es también una mujer franca, de esas que platica literalmente ‘con el corazón en la mano’.
“No reniego de la pobreza, de las carencias que enfrento de niña, cuando la economía familiar en la pequeña casa allá en Delicias, Chihuahua, sólo se ve de perfil... puedo asegurar, dice, que aquella situación contribuye a hacer más fuerte a la mujer que soy hoy, me hace aprender y agradecer lo que tengo y he alcanzado con mucho trabajo, siempre sin perder el piso”, comenta emocionada.
“Soy la hija mayor de tres hermanos, apunta,
mi primer viaje a EU –a los 7 años- es para visitar a mi padre, que viene a trabajar y enviarnos dinero para reconstruir la pequeña casa familiar, comparto una recámara con mis hermanos y ni soñar con la posibilidad deconstruir otra recámara... advierte con el rostro muy serio, y agrega, recuerdo que si tropezamos con la pard se viene un pedazo de ésta abajo.
“A pesar de los tiempos difíciles, tenemos para comer, asevera, es bueno decir que durante la niñez una no valora el tesonero trabajo de los padres para sacar adelante su familia”.
Bien enfatiza el poeta: ‘se dicen las verdades, las bárbaras, terribles’, y mi entrevistada precisa: “Recuerdo que mamá nos lleva a tomarnos fotos y después dice que tenemos pasaporte y podemos visitar a papá, pues él si regresa a México no puede volver a los EU, empacamos y viajamos de vacaciones, entonces casi toda la casa está derrumbada y los albañiles trabajan para levantarla.
“Es desesperante vivir en un cuarto lleno de pólvo sin puertas ni ventanas, abunda, los mosquitos nos pican en las noches, comemos con los vecinos porque no hay donde cocinar, solo llegamos a ‘dormir’”, afirma con el ceño fruncido.
“Llegamos a los Estados Unidos, recuerda, nunca había visto tantos edificios tan altos, calles tan limpias, ni billetes verdes, más de 100 canales de televisión... menos aun tanta gente que hablara inglés, podía correr sin ensuciarme, me baño en una tina que para mi es como una alberca, y lo mejor, a toda la familia junta.
“Regreso con mamá a México, la economía cada vez peor, externa, toca batallar, y la historia es muy larga, agradezco a Dios por mi talento para el diseño, en aquel momento no dispongo de dinero y tomo clases de estética.
“Me gradúo de preparatoria, aprendo inglés, estudio y trabajo, a los 23 años me caso con el marine Omar Mariscal, tenemos a nuestra hija (Itzel).
“Ya en LV, indica, mi vida y la de mi familia da un vuelco, me diagnostican cáncer de seno en el 2011, es muy difícil el tratamiento y los efectos secundarios, la cirugía, quimioterapia, radiaciones, caída de cabello.
“Le pido a Dios que me levante de la cama y me deje trabajar, expresa, hacer valer el don que me había regalado; me dan de alta, mi cabello comienza a crecer, me incorporo otra vez como voluntaria en la iglesia, en la escuela de mi hija, trato de que me dejen decorar, ser creativa.
“Encuentro una oportunidad en el ‘MGM Resort Event Production’, comenta emocionada, con mi portafolio y experiencia en fabricación de utilería me dan el puesto de ‘special project artist’ soy de esas personas afortunadas que les gusta lo que hace y aparte le pagan.
“No tengo un título universitario, destaca, no tuve dinero para costear los estudios, pero si estás en el lugar indicado puedes aprender, me enorgullece decir que trabajo al lado de grandes artistas y diseñadores y que ellos han sido mi escuela por los últimos cinco años, le estoy muy agradecida”, significa.