Editorial: Cada educador debe estar en un pedestal

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Hace exactamente 15 años la UNESCO declaró el 5 de octubre como el ‘Día Mundial del Maestro o Docente’, para reconocer -con sobrada justicia- el empeño y desvelo de quienes en gran medida contribuyen (mediante la educación) a formar a generaciones de ciudadanos.

Es justo consignar que no se concibe a un maestro, a un profesor, que no ofrezca lo mejor de sí en cada salón de clase, que vuelque en su alumnado todos sus conocimientos en pos del desarrollo presente y futuro de sus educandos, que transmita confianza. Sobra decir que encarar esa responsabilidad, tener conciencia de ella, se las trae, más que todo por exigente.

Cuando funciona -de manera armoniosa- la relación padres, maestros y alumnos, las posibilidades de triunfo de éste último aumentan considerablemente; la comunicación entre ambas partes permite ‘caminar’ de manera correcta y hacer realidad las aspiraciones. Es la manera idónea de hacer realidad la mayoría de los sueños.

Es que el maestro es una pieza de indiscutible valor dentro de la sociedad, y como tal debe ser considerado y remunerado, reconocido.Urge no perder de vista aquello de ‘Instruir puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo’.

La enseñanza no se trata solo de transmitir el conocimiento académico, se impone guiar a los alumnos por el camino correcto.

Incuestionablemente para ser un buen maestro, es preciso tener paciencia, respetar el proceso de aprendizaje, sentir, por encima de todo, empatía y ganas de ayudar a los demás.

No se puede perder de vista que la profesión del magisterio trae consigo muchas exigencias que muchas veces -lamentablemente- no son tenidas en cuenta.

Es una verdad tan grande como una casa que el docente es el responsable del desarrollo de todo un grupo de estudiantes. La enseñanza, vale reiterarlo, no se limita solo de la difusión del conocimiento académico, los profesores también deben ‘absorber’ lo que piensan sus alumnos y por supuesto, guiarlos por el camino correcto.

Resulta incongruente que muchas personas no reparen en las exigencias que conlleva esta profesión, paradojicamente son las que reclaman un mejor trabajo por parte de los docentes, las que pretenden que los maestros ‘tapen’ los agujeros que vienen de casa.

El magisterio es una carrera que requiere paciencia, amor, deseos de ayudar, capacidad de comunicación (para no disertar y dejar a los alumnos en el limbo); los maestros deben tener una actitud positiva que les ayude a conocer y actuar de manera sensata, mesurada, frente a diversos problemas que pueden expresar o tener los estudiantes. 

Los estudiantes, es lo mejor, deben tener enfrente a un maestro o profesor que les sirva también de referente, una persona capaz a la que puedan acudir ante diferentes situaciones o problemas, con la certeza de que van a recibir un consejo o la indicación precisa, es relevante que el alumnado se sienta apoyado.

Este sábado 5 de octubre, Día Mundial de los Educadores, los dueños y el personal del semanario El Mundo envían a cada maestro una sincera felicitación.

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